Octavio Quintero

Para volver a ser dignos

Son tan escasos los actos de honradez en Colombia que no se cree en la sinceridad de Millonarios de renunciar a los títulos conseguidos en la era del terrible Gacha, como vulgarmente se le conoció al más asesino de todos los narcotraficantes que ha parido Colombia.

Y resulta una insolencia que, entre otros, un jugador extranjero venga a regañar a los directivos, e indirectamente a todos los colombianos honrados, por sentirnos avergonzados de proeza tan indeseable.

Lo mejor que le puede ocurrir al futbol colombiano, aparte de clasificar al próximo mundial, sería su convalidación ética, y no solamente en este triste episodio de la infiltración del narcotráfico en sus intersticios, sino de ciertas conductas aberrantes que trazan el camino de los jóvenes que triunfan. Secreto a voces son los acosos sexuales que ciertos directores y entrenadores, y también algunos empresarios, ejercen sobre los (y las) jóvenes deportistas.

La propuesta de Millos no debe dejarse a la simple emoción de llevar en el escudo más estrellas que ningún otro equipo. No son algunos de los “campeones” de las coimas en el esplendor de los “Patrones del Mal”, los encargados de venir ahora a dictarnos cátedra moral y de ética en este oscuro túnel dentro del cual, los colombianos todos hemos sufrido y derramado sangre en aras de este flagelo del narcotráfico… “como lengua mortal decir no pudo”.

Y, si de ética empezamos a hablar, vamos también por las condecoraciones impuestas a tantos pícaros. Y vamos a destruir todas esas placas de mármol que adornan las entradas de tantos edificios públicos con nombres de presidentes, ministros, gerentes, gobernadores, diputados, alcaldes y concejales que siendo una vergüenza nacional, se exhiben como personas por las cuales tenemos que ofrendar respeto y reconocimiento a perpetuidad.

Esa chispa de Millos podría iniciar el fuego de la catarsis por la que necesariamente tendremos que pasar, si verdaderamente aspiramos alguna vez a volver a ser dignos.