Octavio Quintero

28.08.2012 04:30

 

Para volver a ser dignos

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La Sala de Casación Penal de la Corte Suprema de Justicia ha desistido de demandar penalmente a la columnista Cecilia Orozco, de El Espectador, por injuria y calumnia, según la había amenazado con respecto a su opinión emitida en torno al relevo del magistrado auxiliar, Iván Velásquez.

Ha sido un paso atrás, al borde del abismo, pues, tal como lo indicamos en su momento, en ninguna parte de la columna escrita por la periodista se configuraba, en estricto sentido del derecho, el delito de injuria o calumnia. Y fuera de ello, la misma Corte en su desistimiento, observa que el delito de injuria y calumnia no puede ser interpuesto por persona jurídica sino persona natural (…) “Por tratarse de una conducta punible de acción privada”. O sea que el “oso” de la Corte iba a ser por partida doble: (1) Demandando por calumnia e injuria algo que no contenía ni calumnia ni injuria y (2) Asumiendo como institución un supuesto delito que solo puede ser cometido en perjuicio de persona natural, en cuyo caso,  cada quien que se sienta  agredido en su integridad moral debe denunciar.

El desafortunado episodio no debe quedar cerrado, pues, la escaramuza no solo puso en riesgo la libertad de opinión en Colombia, sino la muy eficaz simbiosis que ha existido entre frecuentes denuncias periodísticas que llevan directo a investigaciones judiciales, muchas de ellas concluidas con éxito en bien de la honradez nacional.

En aras de esa alianza –no declarada formalmente- deben dejarse como principios dos cosas, ya sabidas, que no sobran reiterar:

En cuanto a la prensa: Asumir con modestia este nuevo embate fallido a la liberta de opinión, que infortunadamente, dese por seguro,  no será el último…

En cuanto a la Corte: recordar, como prudente, que “lo ofensivo debe ser refutado, no silenciado”, como reza el texto sobre la libertad de expresión, acogido por la OEA.

En cuanto a todos: Ojalá la Corte nos hiciera rectificar de opinión obrando en contrario de lo que se analizó, a manera de denuncia, en la columna de Cecilia Orozco, que tanto escozor causó por aquello de que la sal arde más donde la herida es propia.

 

 

 

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