Octavio Quintero

20.07.2012 03:45

 

Tesis y síntesis con solución de continuidad

 

Cualquier partido, grupo o movimiento político en Colombia, el suyo o el mío; de derecha o de izquierda  (a eso no le paremos bolas hoy), podría describirse como una fuerza social y política en procura de un mejor futuro para el país, con su corazón y su mente colocados en esas mayorías excluidas, marginadas y oprimidas, que quieren una sociedad más justa y equitativa.

 

Si ubicamos esta minideclaración de principios en el contexto del conflicto armado que se vive en Colombia,  podríamos admitir sin mayores reservas mentales que ese conflicto tiene unas profundas raíces económicas, sociales y políticas que vienen de tiempo atrás: algunos dicen que desde hace 50 años, pero cualquier repaso histórico sobre el tema, nos podría hacer correr el mojón más atrás…

 

Si admitimos esto último, podríamos admitir también que durante todos estos años, el Estado colombiano no ha logrado resolver el problema. Y eso no ha sido gratis: la gente está hastiada de la guerra,  hastío no solamente contra los subversivos sino, y principalmente, contra un  establecimiento que se nos derrumba en la imaginación colectiva.

 

Si no dijéramos más, e intentáramos una síntesis, lógicamente tendríamos que concluir que por donde vamos, vamos mal; concluir que la conducción política del país no ha sido capaz de resolver dicha crisis a pesar del imperio militar que ha montado y de los cuantiosos recursos que en ese aparato de guerra diluye, para enfrentar una insurgencia armada que se mantiene supérstite en la geografía nacional como las endemias.

 

Si en este instante le diéramos la palabra a Perogrullo nos diría: si nada de lo anterior ha servido es porque se requiere otro tipo de solución.

 

A eso es lo que se le ha llamado una solución política… Y ahí está el cuento que no nos han contado: solución política no significa, como tiende a creerse, que unos políticos (como los de hoy), se sienten en el Caguán (o donde sea, a esto tampoco le presten atención), a ver cómo arreglan el asunto con un puñado de guerrilleros. La solución política pasa primero por cambiar a los políticos que durante tanto tiempo no han podido, y creo más bien que no han querido, solucionar el problema. Digámoslo más concreto: la solución política del conflicto armado está en nuestras manos, no en las de ellos.

 

Pero como dijo el ratón al final de aquella crítica asamblea: ¿Quién le pone el cascabel al gato?

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