Nuestro último mohicano
15.05.2012 13:42
El caso Rojas Birry es una deshonra a la población indígena, si es que realmente ese espécimen es auténtico.
El habilidoso expersonero de Bogotá nos hace ver, además, que esa legislación especial contemplada en la Constitución en defensa de la diversidad étnica y cultural y del derecho a la igualdad (artículos 171 y 176 C.P.) pasa también, como casi todo lo sociopolítico de la Carta del 91, a la historia, en el brevísimo lapso de solo 20 años.
Los partidos políticos creados a la luz de esas magnas normas, han caído en manos de delincuentes confesos y convictos que han ido entrando y saliendo del Congreso a la cárcel y de la cárcel nuevamente al Congreso en cuerpo ajeno.
En eso han quedado ASI, MIO, AFROVIDES y “quien tenga ojos que vea” las listas de los representantes de estos movimientos que llegaron a cargos o corporaciones de elección popular en las últimas contiendas electorales, a ver cuántos son auténticos representantes de etnias o culturas en vía de extinción en Colombia.
Este Rojas Birry está debilitando algo que nuestros antepasados nos venían recordando que… “es mejor morir de pie que vivir arrodillados” ante el nuevo colonizador del capitalismo transnacional.
Ese coraje de nuestros indígenas caucanos no es compatible con la artimaña del expersonero, y los jefes de la tribu están en mora de desenmascarar al ladino a riesgo de quedar encubriendo a un delincuente, montándole guadia de seguridad por fuera de su jurisdicción legalmente reconocida por el Estado.
También está en mora la autoridad nacional de entrar a la casa de ese sinvergüenza –que no es ningún resguardo indígena- y llevarlo a la cárcel donde debe estar purgando sus delitos.
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