NO HABLEMOS MÁS DE REFORMAS

29.07.2014 18:01

La única reforma que nos debiéramos imponer no es de orden legislativo sino  ético, en su imperativo de conducta humana que envuelve todo… 

Y entonces, cuando la ética impulse todo el accionar de los servidores del Estado, desde Juanpa hasta doña Mechas, todas esas otras reformas de las que vienen hablando sobrarían, porque es que se nos volvió vicio reformar todo aquello que no queremos cumplir para poder empezar a incumplir de nuevo lo recientemente reformado.
Ejemplos sobran: debemos tener el record mundial de reformas a la Constitución; las reformas políticas se nos dan de año en año lo mismo que las tributarias y laborales y, ¡pare de  contar!
En 24 años, la constitución del ’91 va por 38 reformas (más de una por año), y la viola hasta la misma Corte Constitucional, guardiana de su integridad, como en ese muy reciente caso de elección de candidato a la terna de contralor general, para no irnos atrás, cuando avaló la reforma del famoso “articulito” que ahora nos disponemos volver a reformar.
Sobre las reformas políticas, algunas de las cuales ya vienen de regreso (el voto preferente y la circunscripción nacional) ni hablemos: los partidos violan sus responsabilidades con el Estado, y sus elegidos: presidentes, gobernadores, alcaldes, senadores, representantes, diputados y concejales, violan sus obligaciones con los partidos.
Las reformas tributarias, todas hablando de justicia y equidad, tómese el trabajo quien quiera y verá que desde 1990 todo lo que buscan es hacer más ricos a los ricos… Y no es ajado lugar común de comunistas; no, la comparación entre la carga tributaria de las rentas de capital y las rentas de trabajo en los últimos años, dice que progresivamente se han ido aligerando las primeras y acentuando las segundas.
Y las reformas laborales, entre las que caben las pensionales, dan tristeza: los pensionados de Colombia son como un desecho paulatino en el orden social: desde el mismo reconocimiento de su pensión, se le tumba el 25 o 30 por ciento del ingreso, y a lo que le queda, se le carga un doble descuento por salud porque a alguien se le ocurrió que el pensionado es, al mismo tiempo, trabajador para sí y patrón de sí mismo. La cuadratura del círculo resulta más fácil de entender.
En el orden legal, no hay nada más violado que la ley laboral. Y un botón basta de  muestra: la carrera administrativa; para buscarle atajo, se crearon las llamadas OPS (Órdenes de Prestación de Servicios).
Tómese el trabajo cualquiera y verá que, tanto a nivel nacional, como departamental y municipal, las OPS superan el número de servidores de planta, no obstante que hace años se puso el grito en el cielo desde la Corte Constitucional con sus sentencias C-614/2009 y C-171/2012 señalando que la tercerización laboral era una clara burla a los derechos del trabajador y al vínculo laboral con el Estado, contenido en el artículo 125 de la Constitución Nacional. Hace unos cuatro años, la Contraloría y la Procuraduría, junto al Ministerio de Trabajo, expidieron una circular exhortando a todos los nominadores públicos a cumplir la ley, en atención al llamado de la Corte: ¡Vayan y miren en qué anda la vaina!
Las reformas en Colombia, de todo orden; a más de las atrás mencionadas, súmense las de justicia, territorial, educativa, de salud, medio ambiente, comunicaciones, infraestructura, de acción comunal, de etc. etc., se han vuelto compulsivas: necesitamos violar todo lo que nos imponemos para poder satisfacernos luego con una reforma que podamos seguir violando para seguir reformando. ¡Eh Ave María!

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