Mauricio Botero Montoya

09.07.2012 07:40

Su columna en El Nuevo Siglo - 09/07/12

 

La ingobernabilidad

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La rapidez con la que cayó el prestigio del gobierno Santos se parece a la de Samper tras el descubrimiento de los narco-casetes. Y a la del gobierno Pastrana tras la traición de la guerrilla a los diálogos del Caguán. Aun cuando son dimensiones morales distintas, en ambos casos la pérdida de apoyo de la opinión produjo la pérdida de gobernabilidad.

 

Los presidentes continuaron en sus cargos gracias a la fuerte tradición democrática sin lograr ya encauzar ni dirigir los acontecimientos. Me parece que algo similar ha ocurrido. Santos ha perdido el año 2011-2012. Lo reconoce pero no lo asume. En dos ocasiones ha tenido que ceder ante la protesta social, en la reforma educativa y ahora en la reforma a la Justicia. Ambas quedaron en cero. Se perdió el año. Además, perdió el servilismo parlamentario. A tal punto llegó esa abyección que el presidente de la Cámara el honorable Simón Gaviria firmaba las propuestas del Gobierno sin leerlas. Al menos el Ministro de Justicia tuvo la entereza de renunciar.

Simoncito sigue atornillado gracias a sus méritos, a la curul y a la dirección del Partido Liberal. Como decía un tuitero “firmó por amor”. Pero el estallido de indignación social palpable en las calles, en la Red, no lo logra encauzar el Gobierno. Tampoco ninguno de los partidos tradicionales nepóticos, sin principios.

 

En provincia y en Bogotá, los antiguos liberales rápidamente se están moviendo hacia eso que de forma gaseosa pero beligerante llaman el “progresismo”. No sé qué irán a hacer los conservadores pero la impresión que queda es que proclamarán su apego a la eventual medida que tome Santos. Lo que es otra forma de hacer poco.

El expresidente Uribe está en una suerte de hibernación alerta… debido a la medida bastante oportuna de Estados Unidos contra su protegido el exgeneral Santoyo. Hay una proporción directa entre las condecoraciones del anterior gobierno y la pérdida de la visa estadounidense. Esa administración logró desprestigiar la Cruz de Boyacá. Para ponerlo en términos cervantinos, desde Washington les dijeron a los conspiradores uribistas “Tate, Tate folloncicos”. En suma, espaldarazo internacional a Santos justo cuando empieza a perder apoyo nacional.

 

¿Qué se ve? La mano dura y la reelección no lograron acabar con la guerrilla. Las condiciones agrarias reproducen la violencia. La concentración del Gini unido a la concentración de los medios en manos de un banquero, no logra calmar al país. Lo exacerba.

Es vano maquillar en El Tiempo a Simoncito fotografiándolo con el dedo levantisco en pose de caudillo.

Es ridículo. ¿Cómo pagará a ese pulpo financiero ese favor publicitario? ¿A qué precio?

Al actual Congreso, cuyo móvil es la asociación para delinquir, no se le podrá pedir discutir una reforma tributaria, ni poner en sus manos el futuro pensional de los colombianos. Esperar a ver qué hace Santos en este momento de ingobernabilidad, es la mejor manera como la mediocridad bipartidista no hace ya nada.

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