Más allá de un repudiable crimen

23.02.2013 03:07

 

¿Cuántos de estos pueblan la vida municipal en Colombia? Es el otro diálogo de paz que nos debemos, también más allá de las Farc.

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El asesinato del concejal de Tocancipá, Luis Gonzalo Rodríguez Peñuela (el popular Gacha, como todos le decían), tiene que mover a una seria reflexión a las autoridades y la sociedad de esta población que atraviesa actualmente por un complejo periodo de crecimiento demográfico, ligado a un invasivo desarrollo industrial que parece salirse de todo control racional.

Tocancipá ya es una de esas poblaciones en donde distintos acontecimientos de orden público se hacen cotidianos: el crimen, la extorsión, el robo a mano armada o el simple raponazo, la drogadicción, el sucesivo accidente de tránsito con víctima fatal en el cruce de una “autopista”  sin suficiente espacio para los vehículos y sin puentes, ni semáforos ni cebras  para los peatones; la congestión vehicular y el hacinamiento son, así por encima, una problemática que crece en medio de una administración municipal desapacible y de una población que parece no inmutarse ante nada.

Parece traído de los cabellos todo lo anterior, pero no: hace parte de un entramado que lleva a Tocancipá a convertirse en un mal vecino al que miran de reojo y con recelo.

Podría decirse que en Tocancipá pasa de todo sin que pase nada. La gente se ha ido acostumbrando como a vivir el hoy, olvidando el ayer, sin pensar en el mañana.

Y, probablemente, el caso Gacha pasará al olvido como el mismo caso Benito o de tantos otros crímenes, atentados y amenazas que escandalizaron en su momento y hoy son durmientes procesos en los despachos de fiscalías y juzgados, al amparo de amnesias colectivas.

Claro, hay que repudiar el asesinato del concejal. Pero ese impulso humano, sobreviniente en cada caso doloroso, no es suficiente para contener al siguiente. El crimen es el delito que pelecha en medio de la impunidad: si hay impunidad mayor será el índice delincuencial.

Cualquier cosa más que se diga en este orden, resulta redundante. Poner ejemplos de impunidad como ese de Benito, a quien hace dos años le metieron 10 tiros y nadie sabe nada de nada, no es por exaltar a la víctima, sino por señalar que la pasividad de la gente nos lleva a ignorar las desgracias ajenas sin mirar que poco a poco se acercan a nosotros, como en el poema ese en que se resume todo:

… “Cuando los nazis vinieron por los comunistas / me quedé callado; / yo no era comunista. / Cuando encerraron a los socialdemócratas / permanecí en silencio; / yo no era socialdemócrata. / Cuando llegaron por los sindicalistas / no dije nada; / yo no era sindicalista. / Cuando vinieron por los judíos / No pronuncié palabra; / yo no era judío. / Cuando vinieron por mí / no quedaba nadie para decir algo”: Bertolt Brecht.

 

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