Maltrato presidencial a una mujer

28.11.2012 06:28

 

La reelección del Procurador Ordoñez está viciada de forma y de fondo. Pero no importa. Desde que Colombia fue gobernada ocho años por un presidente cuya primera elección fue a punta de cañón y la segunda a punta de sobornos, todo lo demás, es posible.

Viciada de forma porque no había terna al momento de la elección; y de fondo, porque votaron parlamentarios con intereses creados en que siguiera en el cargo el reelegido. Viciada de forma porque la elección estaba cantada antes de que siquiera se conformara la terna. Los partidos de la Unidad Nacional anunciaron su apoyo al reelegido, postulado por la Corte Suprema de Justicia, antes de que los otros dos nominados dieran a conocer sus candidatos. Viciada de fondo porque los magistrados que votaron en favor del nominado Ordoñez, tenían y tienen medibles, comprobables y verificables conflictos de interés en el caso.

Pero controvertir en derecho esta reelección es un caso perdido porque la informalidad de Colombia no solo es laboral o empresarial; también es institucional, si no fuese suficiente prueba la informalidad en que gobernó Uribe, entonces vamos a lo que conocemos como “hundida” de la reforma a la Justicia en donde el presidente Santos objetó algo inobjetable y se hundió en sesiones extras, y en un santiamén, un acto legislativo debidamente aprobado que, para el caso de la institucionalidad de texto establecida, necesitaba ocho debates en dos legislaturas distintas.

Viéndolo así, lo de anoche en el Congreso, con la reelección del santurrón Ordoñez, violando formas y fondos, no tiene importancia. Viene a ser como el rompimiento de una vitrina en un saqueo: un delito menor al que nadie le pondrá bolas porque el cuento es otro.

Algo, sin embargo, es repudiable, y se desprende de las lacónicas declaraciones dadas por la magistrada María Mercedes López, a la hora de renunciar a la terna: resulta que la magistrada era la candidata de Santos, el Jefe Supremo de la Unidad Nacional; unidad que ha hecho valer en distintas ocasiones, por ejemplo, cuando hundió la reforma a la Justicia. Esa candidata de Santos confiesa que no le respondieron (en la Casa de Nariño) a sus constantes llamadas para explicar su desacuerdo en seguir con un proceso que iba en contravía de su aspiración. Señaló que no había tenido la oportunidad de hablar con el presidente, Juan Manuel Santos, y que por eso también decidió renunciar.

Es un contrasentido que  un Presidente terne una candidata  a la que, después, ni siquiera le pasa al teléfono; y ni siquiera autoriza a uno de sus tantos asesores a que le responda, así sea telefónicamente, sus justificadas inquietudes sobre la falta de garantías en el proceso.

Pero hasta eso es explicable en ese turbio mundo de la politiquería. Pero lo que no tiene explicación en un gentleman es que haya tratado así a tan dilecta dama, precisamente en las calendas en que se estimulaba en Colombia el día de la no violencia contra la mujer…

Con amigos así, para qué enemigos.

 

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