La renta básica

07.11.2021 16:59

 

VACUNA CONTRA LA POBREZA

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Octavio Quintero

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La pobreza es la madre de todas las enfermedades físicas y mentales que azotan al ser humano hasta llevarlo a la peor muerte evitable: el hambre.

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Se puede afirmar que ya la ciencia médica venció la pandemia de coronavirus, que inicia su viaje hacia una simple gripa endémica (covid-19). Ya tenemos las vacunas y también las pastillas. La infección y propagación, puede anticiparse, está reducida a la robustez del sistema sanitario de cada país y a la responsabilidad de la gente, como cualquier otra enfermedad.

Ahora le toca a la ciencia económica luchar contra los devastadores daños “colaterales” que, sumados al fracaso socioeconómico del neoliberalismo aplicado en los últimos 40 años, nos tiene contra las cuerdas.

Dos noticias dominan el contexto pospandemia: 1) La recuperación económica y, 2) El terrible desempleo y lamentable condición de pobreza de millones de seres, inclusive, en las economías desarrolladas donde el creciente fenómeno de la inmigración de los pobres que logran colarse se invisibiliza entre el boato de la gente de bien.

A este respecto, lo que se ve es una batalla dirigida a salvar el capitalismo excluyente inmerso en el modelo neoliberal, en el entendido de que, salvado el modelo, salvada la gente. En este campo, cierran filas las organizaciones multilaterales y las empresas multinacionales: La meta a dos años vista (2024), es recuperar el PIB prepandemia, como se prioriza en todos los documentos del Banco Mundial, el Fondo Monetario Internacional, la banca central, la OCDE y las organizaciones gremiales y centros de pensamiento del sector privado… Claro que hablan del terrible desempleo y la escandalosa pobreza que azota al mundo, pero asumen que el crecimiento del Producto Interno Bruto (PIB) es la panacea.  Y, como crupier, imponen las condiciones y así mismo reparten las cartas. Ignoran la ley del embudo que determina las relaciones ricos versus pobres.

Un buen ejemplo de lo anterior es el reparto de la promocionada emisión de DEG (Derechos Especiales de Giro) del FMI por USD 650.000 millones, en donde 5 países ricos: Estados Unidos, Japón, Alemania, Francia y Gran Bretaña, como mayores aportantes, se quedaron con 243.000 millones, el 38% de la “histórica emisión, destinada a apoyar las economías de los países emergentes y en desarrollo, e intensificar su lucha contra la crisis”, dice la directora-gerente del FMI, Kristalina Georgieva: ¡UFF!

Una copia al calco de este sistema excluyente la tiene Colombia en la asignación de su presupuesto nacional de inversión, p. ej., tasado por el aporte de los departamentos al PIB, con lo que, el año entrante, Bogotá (la capital), y los departamentos de Antioquia y Valle del Cauca, los más productivos, se quedan con el 24%, dejando extensas regiones, como la fronteriza con Venezuela, la costa pacífica, la amazonia o los Llano Orientales; o departamentos como la Guajira, el Chocó y siga contando, colgados de migajas.

Los médicos y los economistas tienen en común salvar vidas: los primeros de las enfermedades personales y los segundos de las enfermedades sociales, como la pobreza, que también mata a millones de personas en el mundo por inanición, amén de transmitirse de generación en generación hasta 200 años. Las agencias internacionales, sin citar todavía cifras, se aventuran a decir que este año 2021 terminará con más muertes por hambre que por infecciones de coronavirus.

En desarrollo de la vacuna, no se vio a los médicos divididos en hacerla así o asá… Que los países ricos las haya acaparado, es otro cuento. En cambio, en la aplicación de una vacuna contra la pobreza, ya inventada hace años, renta básica universal, todavía los economistas discuten sobre su conveniencia y la disfrazan de subsidios condicionados a la población más vulnerable, casi siempre amarrados a intereses políticos.

¿Por qué esto? Porque los economistas, en su gran mayoría, quedaron atrapados en la ideología del poder económico y financiero que prioriza los intereses de la empresa y sus accionistas por encima de los trabajadores, cuando lo que demostró el confinamiento sanitario es que, sin recurso humano las empresas no pueden funcionar, aunque tengan todos los demás recursos: capital, infraestructura y equipo técnico y tecnológico.

Retrotrayendo el tiempo a la primera campaña presidencial de Bill Clinton (1992) podríamos bien parafrasearle hoy al mundo: es el modelo económico, estúpido.

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Fin de folio.- Los economistas son los únicos profesionales que se permiten experimentar con seres humanos, sin ninguna responsabilidad social: p. ej. bajar salarios para generar empleo.

 

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