La paz es un estado del alma

27.08.2012 17:05

 

Ahora resulta que lo corriente en Colombia es hacer la guerra y lo vergonzoso la paz. Los medios de comunicación, en especial los noticieros de TV, nos llenan a diario los sentidos de acciones bélicas, y si no hubiera sido por Uribe, todavía ignoraríamos el inicio de conversaciones de paz con las FARC, según la misma fuente del expresidente, en Cuba.

 

Este sigilo solo indica una cosa: que la paz tiene muchos enemigos, entre ellos, al menos dos muy poderosos. ¿Quiénes son? A decirlo vamos:

 

El principal enemigo de la paz es la pobreza. Aunque la teoría sociológica nos insista en que no se puede relacionar la pobreza con la guerra, eso depende, como todo en la vida, del color del cristal con que se mire. El hecho es que, mientras el Estado no ofrezca a la sociedad  suficiente empleo y salario digno, la gente siempre tendrá un déficit de ingresos que suplirá de cualquier manera y a la primera oportunidad porque, sobrevivir, es un derecho natural y, como tal, amoral: no importa el qué ni el cómo.

 

Necesario es advertir que a estas alturas del conflicto armado en Colombia, tampoco se pude asimilar a una guerra convencional, porque la ideología se ha diluido en el negocio del narcotráfico, el otro gran enemigo de la paz.

 

Narcotráfico y pobreza hacen interminable la guerra en Colombia: el uno por negocio y el otro por necesidad.

 

Si en vez de concentrar todos los esfuerzos económicos y logísticos del país en acabar –por la fuerza- con el narcotráfico y la guerra, los destináramos a acabar con la pobreza, generando empleo y salario digno, la paz nos quedaría a la vuelta de la esquina.

 

La paz no es fruto de ninguna ley; tampoco la garantiza las armas: la paz es un estado del alma (estado de ánimo para ser más precisos). No hay cosa que más lo desanime a uno que no tener con qué comer, y junto a uno, quizás también una mujer y unos hijos en las mismas condiciones. Cualquier cosa que le ofrezcan a uno en ese momento, y que prometa resolver su situación, se toma, porque no hay más remedio.

 

Hablar de paz, no es hablar de dejar las armas a cambio de un “perdón y olvido” y, quizás, otras arandelas económicas y políticas para los alzados en armas del momento. Si no se corrigen las causas subjetivas de la guerra atrás descritas, tendremos que seguir diciendo con “Arturo Ui” (obra teatral de Bertol Brecht):

 

“No os regocijéis en su derrota. Por más que el mundo se mantuvo en pie y paró al bastardo, la misma perra que lo parió anda otra vez en celo”.

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(Debo esta cita al amigo Libardo Ariza –El alquimista).

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