LA OTRA VERDAD, JUSTICIA, REPARACIÓN Y NO REPETICIÓN

28.06.2018 17:08

“Si dices la verdad, no tienes que

recordar nada”: Mark Twain

“La verdad no es para todas las personas, sólo para aquellas que la buscan”: Ayn Rand

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Debates RED-GES/El Setélite

Octavio Quintero

-- Director –

Es admirable la intensa y a la vez paciente labor que a lo largo de su vida ha desarrollado la señora, Gloria Gaitán, dedicada a reivindicar históricamente la vida, pasión política y muerte violenta de su padre, Jorge Eliécer Gaitán.

En un país en que a los “descarriados” del régimen se les hace la vida imposible, la labor de Gloria es más plausible porque, seguramente renunciando una y otra vez a los alamares burocráticos nacionales e internacionales para ella y su familia, ha logrado posicionar en el imaginario nacional el término acuñado por ella misma “memoricidio” … Quién sabe si algún día sea castizo.

De momento, está ya bien reconocido en Colombia, al menos en cierta clase generadora de opinión pública, que ‘memoricidio’ se refiere al intenso y no bien disimulado esfuerzo  que ha hecho la clase dirigente colombiana por borrar la memoria de Gaitán del imaginario popular, o desfigurarlo, esto último que tal vez si ha conseguido a juzgar por la idea que se tiene de “próceres” de los años 30 del siglo pasado en adelante a quienes precisamente se enfrentó Gaitán con su inmortal arenga de “los mismos con las mismas”, y en parte logró derrotarlos al desbancarlos de la cúpula del entonces “Glorioso Partido Liberal”, lo que tal vez selló su sentencia de muerte como colofón de la cacería que años atrás, al menos desde 1945, ya se había iniciado contra sus seguidores.

La hija del caudillo ha recorrido el mundo llevando su evangelio gaitanista. Ha enfrentado tan de frente y profundamente a los detentadores del poder que hasta de “loca” la han tratado, a fin de desacreditar su verdad histórica… Pero ahí sigue, a sus 80 años con su cruz a cuestas, llena de vigor y de orgullo, sin claudicar y jurando sostenerse enhiesta en su verdad hasta el último soplo de vida.

Este medio de la RED-GES/El Satélite, atizó, sin proponérselo por supuesto, su pasión, que parece ir más allá de la sangre que corre por sus venas para aterrizar en ese estadio popular que enseña que “el que no conoce la historia está condenado a repetirla”, al publicar una colaboración de Moisés Pineda Salazar, en donde  sindicaba a de “fascistoide” al gran líder popular que fue Jorge Eliécer Gaitán (ver enlace al final).

Lo más reciente

Pues, a raíz de este episodio, la señora Gaitán nos dirige una nueva nota en la que dice:

Estimado Octavio,

Leí primero la respuesta que te dieron a tu nota sobre el ‘memoricidio’ antes de leer el artículo tuyo que la originó. Por eso te comenté lo dicho por ese vehemente izquierdista defensor de la historia escrita por los académicos y por la izquierda, por El Espectador y por... etc., etc. negando que hay memoricidio. Puro negacionismo que ahora sale de la izquierda y no de la derecha. Ahora entiendo que los prohombres de Petro sean López Pumarejo y Álvaro Gómez...

A la izquierda le da pánico que se luche contra el ‘memoricidio’. Sus razones tendrán. Saludos, GG.

 

Otro gran reconocimiento

El laureado escritor, Gustavo Álvarez Gardeazábal, en su habitual columna del diario ADN del 28 de junio, también se refiere a la épica (porque así es ya) batalla que ha convertido su vida toda en una causa conocida: ponerse por encima de la historia convencional para tratar de desentrañar del subsuelo la verdadera que no se circunscribe solo a su papá: en esa fosa común del ‘memoricidio’ tenemos muchos cadáveres antes y después del 9 de abril de 1948 en que cae asesinado Jorge Eliécer Gaitán, asido al brazo de su judas, Plinio Neira, dijo en muchas veces su hija hasta que la historia así parece señalarlo para la posteridad.

 

Dice Álvarez Gardeazábal:

Desde hace varios años Gloria, la hija de Jorge Eliécer Gaitán, viene hablando del ‘memoricidio’ que se ha pretendido hacer con el recuerdo de su padre. No pierde ella, fogosa heredera del estilo batallador del caudillo asesinado el 9 de abril de 1948,de hacernos ver cada tanto que en este país volvemos a caer en los mismos errores porque no nos gusta recordar ni cuando nos equivocamos ni cuando acertamos. En otras palabras porque no hemos querido aprender de nuestra propia memoria histórica.

Su teoría muy probablemente es válida, pero por provenir de ella o porque ella con su fogosidad al respecto hace aparecer el tema como una repetición mediática y cansona, no hemos profundizado en todo lo que tiene de verdad y en todo lo que podría pasarnos donde dejáramos de ser memoricidas. Si hubiésemos sabido cuales hilos se movieron verdaderamente en la muerte del general Uribe Uribe y en la del mismo Gaitán, y qué fue lo que en verdad se logró atajar que sucediera en Colombia, quizás el país se habría orientado por caminos muy diferentes. Pero por culpa, por descuido o por un temperamento que es muy colombiano, dejamos que las cosas queden tal cual como fueron y apenas si las anotamos al margen de la historia.

Donde no existiera el memoricidio y valoráramos lo que se ha venido encontrando y demostrando sobre la siniestra actuación del DAS en varios gobiernos del pasado, y el número de personas asesinadas o desaparecidas por esa máquina infernal (como los candidatos presidenciales acribillados), hoy no estaríamos tratando de incumplir el pacto de paz de La Habana sino exigiendo que la Comisión de la Verdad guarde la memoria de lo sucedido así la JEP no funcione finalmente o le vaya a dar por hacer juicios sumarios y sesgados.

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Nota final

Es hora de que vayamos tomando más en serio la “cantinela” de doña Gloria Gaitán que, gracias a ellas (la cantinela y doña Gloria) la coyuntura política que acaba de trascurrir en el último episodio de una elección presidencial en Colombia, tuvo final feliz, al menos en dos aspectos: 1) Que por primera vez un candidato anti-establishment, tete a tete con las fuerzas pro-establishment,   haya llegado vivo a las urnas y, 2) Que ese candidato haya remontado los topes de la votación simbólica que episódicamente dejaba en las urnas la alternativa de poder, para alcanzar el no despreciable 42% de los votos válidos depositados en la última batalla que revive el viejo dicho: “la esperanza es la última que se pierde”.

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