La fábula del centro político

30.10.2021 15:58

 

ABRACADABRA ELECTORAL

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Octavio Quintero

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Póngase a pensar 

los políticos gobiernan según lo que hacen, no lo que dicen

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Se ve por estos días de temporada electoral a varios candidatos presidenciales recogiendo firmas para avalar sus aspiraciones por fuera de los partidos políticos. Eso, que de por sí demuestra ya un cierto esguince partidista, se acompaña de declaraciones en medios de comunicación y constancias en redes sociales de supuesta “independencia” política. Nada más ridículo y falaz en cabeza de candidatos que su praxis política y gubernamental se ha inscrito en el modelo neoliberal.

Es otra infortunada deformación de la “democracia participativa” que institucionalizó el aval por firmas buscando facilitar la llegada a la contienda democrática de candidatos no enroscados en las vetustas maquinarias de los partidos tradicionales –liberal/conservador—, o de sus híbridos recientes que, en vez de remozar, anquilosaron la política en una oligarquía corrupta hasta los tuétanos.

Solo por permanecer dentro de sus principios ideológicos merecen crédito –mutatis mutandis— las posturas de izquierda y derecha que no buscan engañar a sus electores con cantos de sirena. Que Uribe proponga, y sus candidatos defiendan, continuar con el viejo modelo oligárquico, reforzado por el neoliberalismo de los últimos 30 años; y que Petro y sus pares opongan una alternativa de desarrollo socioeconómica sustentable y sostenible, reforzada por la dolorosa pandemia que ha desnudado las falencias del modelo neoliberal, son propuestas que llegan al electorado sin la máscara de un “centro político” asentado en fracasados exadministradores públicos.

El centro político, que ideológicamente es una hipótesis indemostrable, demoniza la natural controversia que suscita la lucha democrática llamándola “polarización”. De ese centro ya tuvimos bastante con el Frente Nacional (1958-1974), contubernio liberal-conservador que en vez de civilizar la confrontación política desatada tras el asesinato de Gaitán (1948), exacerbó los ánimos al acallar la oposición al régimen, dando paso a un conflicto armado del que nacieron todos los demonios que nos encadenan hoy a un poder oligárquico dominante en medio de una guerra fratricida.

La confrontación abierta entre derecha-izquierda, es decir, la polarización que se expresa naturalmente entre partidos de uno y otro bando ideológico, descubre las propuestas y las deja expuestas al juicio del elector para su validación en las urnas… Que luego el proceso electoral no sea transparente, como infortunadamente es nuestro caso, es otro cuento.

La toma de conciencia política, que los del sedicente centro insisten en calificar de demoníaca “polarización”,  es lo mejor que le puede estar pasando al país, si desvela la farsa política que ya frustró la posibilidad en 2018 de un nuevo contrato social que revoque la casta gobernante, devenida en cleptocracia.

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Fin de folio.- No se puede omitir la distinción abismal que existe entre el liberalismo económico y el liberalismo político: el primero es la base de la oligarquía, y el segundo, de la socialdemocracia.

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