Falsa alarma

23.04.2013 06:41

El presidente Santos nos dejó con los crespos hechos. De verdad que, aparte del entusiasmo que habitualmente ponemos los colombianos a todos estos temas políticos, su propuesta de ampliar el periodo presidencial volviendo a la prohibición de la reelección, tal cual se contemplaba en la constitución del ’91, antes del asalto de Uribe, parecía un camino en la dirección correcta.

Pero “Santos no es confiable”, decíamos en la nota editorial en que nos referimos a la propuesta del Presidente.

Fue una escaramuza propia de Santos, lanzada con la misma irresponsabilidad con que se echan “globos al aire” a ver qué pasa. Ese globo no le despegó al Presidente. Y no cogió vuelo porque era evidente que se lanzaba con nombre propio, aunque Santos diga que no. La reforma política, así propuesta, era un salvavidas a la reelección de Santos, así fuera solo por dos años. “Del ahogado el sobrero”, dicen por ahí.

Ciertamente, como dice el Presidente, esa es una reforma que habrá que hacer tarde que temprano… Ojalá más temprano, diríamos. Atenerse a lo dicho por el Constituyente del ’91, es un imperativo moral de un país que rueda por el abismo de la inmoralidad, sin fondo a la vista.

Si Santos persiguiera la gloria, antes que su reelección, podría proponer ahora mismo una reforma política que desmontara el engendro constitucional de Uribe, empezando por renunciar él mismo a una herencia bastarda.

¿Quién se opondría? Bueno, sería una linda ocasión de ver cuántos somos y con cuántos quedamos. Sería también una oportunidad de proseguir las negociaciones de paz con las Farc, sustrayendo el tema de la politiquería en que ha caído tras el abrazo del oso: Pastrana/Tirofijo (1998). Sería, como se dice antes, una catarsis política de la que estamos urgidos para volver a ser dignos.

Fue una pena que, con ocasión de ese globo, nos hiciéramos a la idea de que había llegado el momento del arrepentimiento de culpa y contrición de corazón. Pero, como lo dijo el mismo Presidente, esto es algo que tenemos que hacer tarde que temprano. Y cuanto antes mejor, insistimos.

 

 

 

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