Entre líneas

29.10.2012 03:14

 

“El poder para qué”, la lapidaria sentencia del Maestro Echandía nos persigue desde ese luctuoso día, 9 de abril de 1948, en que hizo devolver la turba liberal que iba a Palacio por la cabeza de Ospina.

 

Tenía razón el Maestro: el poder no sirve para nada sin saber para qué sirve (con perdón de la perogrullada). Un ejemplo claro es que la gente todavía no sabe que tiene el inmenso poder de la solidaridad acuñado en otra frase lapidaria atribuida a Esopo: “La unión hace la fuerza”.

 

Cuando la gente es consciente del poder que tiene, se limita a ejercerlo sin cotejarlo ni explicarlo. ¿Para qué? No tiene que llegar a ningún escenario “como un rufián a demostrar quién es el que manda en el barrio".

 

El verdadero poder es el que se ejerce en silencio; aquel que se impone por temor y reverencia sobre una persona que sabe de antemano, como las gallinas, quién es el que manda aquí. Al Patrón no se le contradice. Se le aplaude… diga lo que diga.

 

“No vengo aquí con resentimiento ni con odios”. Obvio, el odio y el rencor son sentimientos propios del traicionado, no del traidor. Ni más faltaba que tras de ladrón bufón, podría respondérsele al dueño del poder, si no fuera por el riesgo que se corre de quedar out.

 

El poder sirve para todo, hasta para mentir, sin inmutarse. No puede autoproclamarse “hombre de partido” un connivente con todos. A no ser que en Colombia no haya sino un solo partido con muchos matices…

 

No puede descreer de  los partidos “hechos a la medida”, quien fundó de retazos un partido para que lo avalara a la Presidencia; y no puede criticar a los caudillos quien acaudilla  una Mesa de Unidad que se alarga y encoge al ritmo de sus necesidades que, por desgracia, no son las necesidades más sentidas de los colombianos, aunque de momento esté liderando un nuevo proceso de paz que más parece su nueva estrategia política, a la que podría agradecerle mañana, como hoy a la U, su reelección.

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Fin de folio: un colombiano se ha atrevido a llamar mentiroso al Presidente. Y esto se va pareciendo poco a poco al cuento del Rey Desnudo…

 

 

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