Enrique Contreras Ramírez

05.06.2012 06:41

 

 

Ante el fracaso del capitalismo y el socialismo real...

 

Un nuevo proyecto civilizatorio

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Los procesos de cambio, de transformación, de revoluciones auténticas y verdaderas en las utopías de los pueblos, representan necesariamente un proceso de construcción que hacen las naciones en colectivo y no los partidos, ni las vanguardias, ni los gobiernos, es hacer caminos, es reconocernos en términos de igualdad entre los seres humanos, es cooperación y al mismo tiempo, compartir sacrificios y muchos esfuerzos, es perseguir y recorrer caminos hasta encontrar objetivos comunes donde se aspire a un mañana mejor, donde las relaciones de poder desaparezcan por completo.

Hoy más que nunca, América Latina y el Caribe reclama un nuevo proyecto civilizatorio que se encuentre en el marco de la convivencialidad, con sus respectivas características: Solidaridad, Reciprocidad y Amor por la Humanidad y la Tierra.

La Solidaridad asumida como una responsabilidad de todos, es colectiva. Esta se encuentra en el marco de la dimensión humana y su expresión o manifestación concreta implica el compromiso solidario de ayudar a elevar en el colectivo humano, sus niveles de vida, en función del bien común, es un compromiso fraternal, se encuentra en la defensa de la dignidad del ser humano, su promoción en un acto sublime de mucha entrega y de amor por los semejantes, además de ser un acto de responsabilidad social.

Reciprocidad es un acto de obligación humana, innato que exige un compromiso moral, pues se trata de comportarnos con los demás cualesquiera que sean, como desearíamos que los demás se comportaran con nosotros, es un trato de absoluta igualdad, sin distingos de clases, pues éstas no deben existir, credos, religiones, razas, ideologías, sin relaciones de poder, donde los seres humanos deben ser en todo momento, hermanos. Esto es para muchos como la utopía inalcanzable, pero es el reto que debe asumir la humanidad en un proyecto de civilización que reivindique la dignidad de los seres humanos. La utopía es la aspiración natural de la humanidad para la realizaciones de sociedades más justas, es anti dogmática, humanismo integrador, libertad, trabajo solidario y socialmente necesario, hermandad, es parte de la dialéctica porque es constante, es de ayer, hoy, mañana y siempre.

Los procesos de cambio, de transformación, de revoluciones auténticas y verdaderas en las utopías de los pueblos, representan necesariamente un proceso de construcción que hacen los pueblos en colectivo y no los partidos, ni las vanguardias, ni los gobiernos, es hacer caminos, es reconocernos en términos de igualdad entre los seres humanos, es cooperación y al mismo tiempo, compartir sacrificios y muchos esfuerzos, es perseguir y recorrer caminos hasta encontrar objetivos comunes donde se aspire a un mañana mejor, para que el sol salga para todos y la “aurora de la libertad y la justicia resplandezcan en el horizonte de la patria”, como dice la cantata de Fabricio Ojeda.

Esos procesos de cambio y transformación deben expresar un profundo  amor por la Humanidad y la Tierra,  se trata de construir una ética que implique un respeto profundo por los derechos humanos y del medio ambiente natural. Es construir un lugar para la convivencialidad donde el hombre viva en armonía con la naturaleza, es un espacio para la práctica de la libertad que conlleve a valorarnos como seres humanos, a elaborar una deontología y una axiología con convicciones críticas y comprometidas que rechace toda actitud, comportamiento y acción que intente agredir y violentar la dignidad humana. Es unir la solidaridad, la reciprocidad y el amor por la humanidad y la tierra para construir un nuevo modelo civilizatorio que nos lleve a elaborar una nueva sociedad, un proyecto civilizatorio sin relaciones de poder y por lo tanto, sin oprimidos y sin opresores.

Desde esta bandera, proclamamos la necesidad de parir un nuevo modelo social y económico, una nueva civilización, ajustada a nuestras realidades, que recupere nuestra idiosincrasia, nuestro pensamiento mágico-religioso, nuestra cultura, nuestra libertad, nuestra auténtica forma de ser, que recupere nuestros ríos, quebradas, lagos y mares, nuestros bosques, nuestra fauna y donde seamos capaces de convivir  en armonía con nuestro medio ambiente natural. Es la civilización de la esperanza, del nuevo amanecer, donde el sistema de producción que se genere, no sea para producir mercancías y llevarlas al mercado de la oferta y la demanda, sino para producir hombres libres y emancipados. Un nuevo modo de producción, capaz de satisfacer las necesidades del ser humano, que le dé tiempo al ocio creador, a ser libre, solidario, fraternal, educarse en plena y absoluta libertad, capaz de romper con la dependencia tecnológica y científica conocida hasta ahora y que sólo está al servicio de los que la pueden pagar. Una sociedad capaz de romper con las relaciones de poder para abrirle espacios a la libertad.

Muchas de las ideas aquí expuestas, forman parte del debate colectivo que “Tercer Camino” tiene dentro de sus estructuras organizativas y que muchos sectores revolucionarios en América Latina y el Caribe libran, es la búsqueda de alternativas distintas a las conocidas hasta ahora, cada quien las toma y las adapta a sus realidades, se trata de encontrar un camino propio o caminos propios, que devuelva la esperanza a esa inmensa mayoría de excluidos, que aspirando y  esperando cambios y transformaciones de su modo de vida, han caído en la frustración de sus sueños libertarios y de la posibilidad   de tener una patria que dignifique la vida en comunión.

Las utopías son realizables, siempre y cuando las asuman los pueblos con conciencia, se suprima la ignorancia y se rebelen frente al opresor, así tengan que recurrir a la violencia para poder erradicar el modelo social y económico que lo oprime y lo esclaviza.

 

 

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