LA HISTORIA NO HA TERMINADO
29.11.2018 16:43La desilusión democrática
La gente está cada vez más insatisfecha con la política. Aumenta la indiferencia y la abstención. Se buscan salidas heroicas. Los jóvenes son más escépticos que los adultos. Nada bueno augura el futuro de la democracia.
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Fuente: Latinobarómetro
Edición: REDGES
Y ahora sabemos que hasta Fukuyama, el famoso escritor de “El fin de la historia y el último hombre” (1989), se está echando atrás al ver que, 28 años después del desmoronamiento del socialismo real en la Europa del Este, el liberalismo económico, sustentado en la democracia y devenido en neoliberalismo, tampoco era el fin de la historia. El vencedor de la contienda, el capitalismo, reinando a sus anchas, está imponiendo una dictadura económica asfixiante y una fementida democracia corrupta que la gente repudia, cada día más.
Al mirar las diferencias en el anterior cuadro, vemos que hay catorce países de la región en que el apoyo a la democracia disminuye entre 2017 y 2018. Sólo en Perú y Honduras es posible argumentar que no tiene significancia estadística, al ser la baja inferior al tres por ciento al analizar las muestras por país. En el conjunto de la región estamos analizando una muestra de veinte mil casos que tiene significancia estadística del 1%.
Hay sólo cuatro países en que el apoyo a la democracia se mantiene igual y sorprendentemente en Nicaragua aumenta 11 puntos porcentuales, de 40% a 51% entre 2017 y 2018. Este estudio se aplicó entre el 15 de junio y 2 de agosto de 2018, en pleno desarrollo de la ola de protestas ocurridas en ese país.
En Venezuela, el segundo país en el que la ONU denota violaciones a los derechos fundamentales en 2018, es el país de América Latina que declara tener más apoyo a la democracia con 75%, si bien hay una disminución respecto del 78% que había en 2017.
Cabe preguntarse, entonces, a la luz de estos resultados, ¿qué significan estas respuestas que dejan a los dos países en que más se cuestiona la democracia, como los que la población más la apoya?
La democracia en América Latina está en problemas. Ese es el mensaje de la encuesta de opinión de este año en 18 países realizada por Latinobarómetro, una corporación no gubernamental con sede en Santiago de Chile. La proporción de personas insatisfechas con el funcionamiento de la democracia ha pasado del 51% en 2009 al 71% en este 2018. La proporción de personas satisfechas ha descendido del 44% al 24%, su nivel más bajo desde que se inició la encuesta hace más de dos décadas. Los demócratas desilusionados se inclinan por la indiferencia. La proporción de personas neutrales ha aumentado del 16% en 2010 al 28%, mientras que el apoyo al gobierno autoritario se mantiene constante, en torno al 15%.
Si bien es cierto que a la gente no le gusta la democracia que está viviendo, eso no significa que estén dispuestos a deshacerse de ella, y más de la mitad sigue diciendo con Churchill, que es mejor que cualquier otro sistema.
En los dos países más grandes de América Latina, Brasil y México, ese sentimiento ha dado lugar a la elección de presidentes este año que hasta hace poco se consideraban demasiado radicales para dirigir sus países. Si la desilusión se agudiza, las futuras elecciones podrían traer presidentes que pongan a prueba las normas democráticas de la región.
Desde noviembre del año pasado, nueve países han reelegido o elegido nuevos presidentes. La mayoría de estas elecciones fueron libres y justas, pero hubo notables excepciones. El presidente de Venezuela, Nicolás Maduro, fue prorrogado en mayo en una votación amañada. La reelección de Juan Orlando Hernández en Honduras el pasado mes de noviembre fue ampliamente vista como un error. Cuba simplemente transfirió el poder de un dictador a otro en abril. La mayoría de los latinoamericanos, sin embargo, vive en países donde sus votos son contados con precisión. Eso no significa que estén contentos, como lo demuestran las 20.000 entrevistas de Latinobarómetro, realizadas entre mediados de junio y principios de agosto de este año.
Los votantes tienen muchas razones para quejarse. El crecimiento del PIB por persona ha caído bruscamente desde la crisis financiera mundial de 2009. La economía venezolana ha sufrido una implosión y Brasil ha sufrido la peor recesión de su historia entre 2014 y 2016. La percepción de que la renta se distribuye con justicia ha caído del 25% en 2013 al 16%. A nivel individual, la percepción de la desigualdad de una persona es uno de los factores más fuertes de su insatisfacción con la democracia, a pesar de que el coeficiente de Gini ha estado mostrando avanzas en la equidad en los países más grandes.
Las preocupaciones económicas ocupan el primer lugar entre las inquietudes de los ciudadanos. El crimen es la segunda queja principal, incluso en algunos países relativamente seguros como Chile y Uruguay.
La corrupción es otra gran queja. Dieciocho expresidentes y vicepresidentes han estado implicados en escándalos de corrupción en Argentina, Brasil, Ecuador, Perú, Panamá y Colombia, entre otros países.
La proporción de latinoamericanos que piensa que sus países están yendo en la dirección equivocada está ocho puntos por encima de la que piensa que sus países están progresando. Esta es la mayor brecha negativa registrada en los últimos 20 años. Esto ha dañado la credibilidad de las instituciones, incluyendo instituciones tan poderosas como las fuerzas armadas y la iglesia.
Panorama desalentador
- La mitad de los latinoamericanos cree que todos o casi todos los presidentes y legisladores están involucrados en la corrupción.
- La proporción de personas que piensa que las élites gobiernan para su propio beneficio ha aumentado constantemente en la última década; en ninguna parte cae por debajo del 60%.
- Cada vez más, los votantes están desvinculados de la política. Por tercer año consecutivo, el número de los que dicen que no votarán por ningún partido político es mayor que el número de los que dicen que votarán por uno.
- Los pobres están más distanciados de la democracia que los ricos y la clase media. Las personas que se encuentran en una situación difícil están atrás de los prósperos en más de diez puntos porcentuales en lo referente a su nivel de apoyo a la democracia.
- Los jóvenes son los más escépticos, lo que no augura nada bueno para el futuro de la democracia.
- Unos 200 millones de latinoamericanos con bajos niveles de educación, cerca del 30% del total, son los votantes más propensos a arremeter contra políticos y partidos establecidos, y a elegir líderes que prometan resolver problemas con una “varita mágica”.
- En Brasil, donde la satisfacción con la democracia es la menor entre los 18 países, la desilusión abrió el camino para que Jair Bolsonaro, un exmilitar que ensalza la dictadura de 1964-85, ganara la presidencia el mes pasado. Tuvo un fuerte apoyo de brasileños con buenos niveles de educación.
- En julio, México eligió a Andrés Manuel López Obrador, quien, sin ser un fanático de la dictadura, propone cambiar la forma en que funciona la democracia mediante la entrega de más decisiones a los votantes a través de referendos.
- A Marta Lagos, directora de Latinobarómetro, le preocupa que la democracia en Argentina sea vulnerable. Su economía está entrando en recesión y la proporción de personas que se autodenominan de clase media cayó en 14 puntos entre 2013 y 2018, la mayor disminución de este tipo en la región.
- En los países cuyos líderes están desmantelando la democracia, los ciudadanos la aprecian más. Aunque sólo el 12% de los venezolanos están satisfechos con el funcionamiento de su “democracia”, el 75% prefiere la democracia a cualquier otro sistema. En Nicaragua, donde el régimen cada vez más dictatorial de Daniel Ortega ha estado reprimiendo las protestas desde abril, la satisfacción con la democracia se redujo del 52% el año pasado al 20%, pero más de la mitad de la población sigue apoyando el sistema.
Las expectativas se centran en lo que vienen proponiendo los presidentes recién iniciados. Aparte de Bolsonaro y López Obrador, se encuentran, Lenin Moreno, en Ecuador, y Martín Vizcarra en Perú, que han emprendido campañas contra la corrupción. Sebastián Piñera, presidente de centro-derecha de Chile desde marzo, está tratando de reformar la economía y los programas sociales. El presidente de centro-izquierda de Costa Rica, Carlos Alvarado, derrotó a un cristiano fundamentalista y está tratando de arreglar el sistema tributario. Iván Duque, el presidente conservador de Colombia, acaba de empezar. Si tienen éxito, aumentarán los índices de aprobación de la democracia, así como los suyos propios… Pero si fracasan, el pronóstico pasa de gris a oscuro.
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