El negocio de la salud
09.08.2012 05:31
Alejandro Garcia Gomez:
El Mundo de Medellín
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“…Creyó y practicó que la salud, más que un derecho humano
fundamental, es un negocio muy rentable que hay que aprovechar y
administrar muy bien. Que el Estado más que un garante efectivo de
derechos sociales debe ser un facilitador del mercado. Que la salud de
los negocios y de los grandes capitales nacionales y transnacionales
amerita el sacrificio y la pérdida de derechos duramente logrados por
millones de trabajadores…”. La afirmación la hizo el médico Saúl
Franco, Ph D, profesor de la U. Nacional, refiriéndose al exministro
Juan Luis Londoño (qepd), documento impreso, febrero de 2003.
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La Ley 100 de 1993 fue su creación siendo ministro de Salud del ex
presidente César Gaviria, ahora adalid antineoliberal: la salud
pública privatizada se convirtió en uno de los mejores negocios, a
costa del trabajo y la vida –la muerte- de las gentes trabajadoras, y
de la corrupción institucionalizada a la tapada. Su ponente y defensor
fue el senador Álvaro Uribe Vélez. Con la Ley 100/93 “(se) logró… la
más radical reforma a la concepción de la salud y a las prácticas de
la compra-venta de servicios asistenciales de salud en la historia de
Colombia” (ibid). Ni el Partido Liberal ni el Conservador se opusieron
entonces, y ahora han seguido en la misma posición de indiferencia, al
igual que lo hacen el Partido de la U, Cambio Radical, el cuestionado
PIN, etc., con la diferencia de que hoy pretenden lavarse las manos,
por boca de algunos de sus dirigentes, los mismos que siempre han
callado.
Antes bien, a mediados de 2008 –segundo gobierno de Uribe- se
pretendió hacer un reajuste peor, por el ministro sucesor de Londoño,
Diego Palacios. Argumentando congestión en los juzgados, el propósito,
dijo, era acabar para siempre con el derecho de tutela a la salud
pública, pero se cuidó de decir que lo que buscaba era mejorar la
rentabilidad del negocio. Pretendía que, desde 2009, cada enfermo
costoso pagara de manera diferencial sus dolencias, es decir, que cada
achacoso se curara y pagara, cuota y medicinas. Tamaña infamia no
pasó. Uribe siempre calló y escuchaba. ¿Era su idea?
Entre fines de 2009 y comienzos de 2010, nuevamente el gobierno Uribe
II pretendió “empeorizar” –perdón el barbarismo- la prestación de los
servicios de salud, por el mismo Digo Palacios, con el apoyo de los
partidos de la coalición uribista. En una acción de masas sin
precedentes y con la valentía de la Honorable Corte Constitucional de
entonces, en 2010 se tumbó el criminal Decreto Ley de Emergencia
Social. Dos grandes fracasos muy seguidos para el gobierno:
inexequibilidad de su segunda reelección el 26 de febrero de 2010 y el
caso en comento en marzo del mismo año.
Hoy el Presidente Santos anuncia un paliativo: inyección de 1,2
billones de pesos al sector en dos meses, comenzando con $450.000
millones. Depuración de EPS, eliminando a las “corruptas” (¿vendrán
demandas y corrupción?). Un “Fogafín” para la salud, parecido al que
salva a los bancos particulares en quiebra. Hay otras promesas. Pero
son lenitivos que no atacan el problema de fondo: nuestro modelo de
salud. Este está concebido como un negocio: ganancia de grandes
cantidades de dinero y propenso a la corrupción. Y somos uno de los
países más corruptos del mundo. La solución sería quitarle su carácter
mercantil y volverlo humano, por acuerdo de partidos, liderado por el
ejecutivo. Dirán, es una propuesta ingenua; Sí, pero si no, vamos al
caos total. Además, ¿podrían también los partidos llevar como
propuesta ante la ONU para que considere que quien(es) por interés
grupal o particular arriesguen la vida de seres humanos con la salud
sean considerados como criminales de lesa humanidad? ¿Es sólo
responsable de genocidio el que dispara u ordena matar a una
muchedumbre o a una población o a una etnia para acabarla? Quien se
lucra con la muerte a gran escala por ganancia de prebendas, ¿no lo
es?
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