El Congreso al banquillo

25.06.2012 03:40

 

Parece que el Congreso se metió en un lío mayúsculo. Si se midiera su popularidad en este momento, podría estar igual o peor que las Farc. Y es que uno y otros, sin atenuantes, le están haciendo mucho daño al país. En el presente caso, el gobierno del presidente Santos también lleva –y harto- del bulto. Pero dejémoslo de lado por aquello de que… “el que mucho abarca, poco aprieta”.

En los intríngulis de la Reforma a la Justicia se han conocido unos detalles propios de rica comedia que motivarían al aplauso, si no fuera por la gravedad de la circunstancia: eso del presidente de la Cámara, Simón Gaviria, de que firmó la Reforma sin leerla, no es serio… no tiene presentación y menos justificación.

Eso que ahora se presenta como un asalto a la buena fe por parte de una Comisión de Conciliación tampoco es admisible, porque lo que se venía cocinando en esta “augusta” Reforma era vox populli, al punto que a lo largo del debate del último año, si alguien se diera maña en recopilar las objeciones que se publicaron en todos los medios físicos y virtuales, llegaría a la conclusión que desde hace rato, estábamos en frente de una Reforma vergonzosa… de un esperpento jurídico y legislativo..

Y así se prosiguió hasta el final, contra viento y marea; contra el creciente rechazo de la sociedad que hace que el presidente Santos decida abortar el aterrizaje del esperpento en el ordenamiento constitucional del país.

Lo que sigue es impredecible, bueno o malo, según el cristal con que se mire:

(1). Puede estar cogiendo impulso una nueva revocatoria del  Congreso o, también, una nueva Constituyente.

(2). Puede estar emergiendo de las entrañas mismas de la sociedad una indignación revolucionaria. Este es el momento en que el Congreso, como cualquier reo, todo lo que diga o haga puede ser utilizado en su contra.

(3). Y es el momento, también, en que los oportunistas y pescadores de ríos revueltos, ya están tejiendo la red; ya han vuelto a salir de sus cuarteles de invierno a ver cómo capturan un escenario que, siendo justos, no debiera pertenecer a nadie más que al Polo Democrático, único Partido que persiste en la oposición frontal a un regimen cuya aplanadora intentó reducir a su mínima expresión la dignidad y decencia nacional.

 

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