Dejémonos de vainas

02.06.2012 08:02

 

Nos quedamos en el cuento aritmético del desempleo, cuyo índice porcentual sube y baja como yoyo, sujeto a unos análisis técnicos en los que se considera, por ejemplo, que no está desempleado quien deja de buscar empleo,  o que tiene empleo quien trabaja al menos un día a la semana, gane lo que gane.

 

Tener o no tener empleo, no es la cuestión. Miremos más bien cuántas personas o familias, como se quiera, están llevando una vida digna y decente y cuántas no. El caso es que se puede tener empleo, y estar viviendo tan mal o peor como si no se tuviera porque “la plata no alcanza”… Es más, se sabe de poblaciones como los desplazados, reinsertados o jóvenes madres solteras que no se emplean por no perder los auxilios que en su condición de tal, les ofrece el Estado. En la práctica están desempleados, pero viven mejor que muchos empleados.

 

Reemplacemos la frecuencia informativa del tema del desempleo por el tema de ingresos y gastos, y en ese orden de ideas, que el DANE nos diga mensualmente cuantas personas o familias están por dentro, y cuantas se acercaron o se alejaron de la canasta familiar. Hagamos las cuentas en ese orden, y nos encontraremos con que la población colombiana es una de las más pobres del mundo, y una de las últimas en el concierto latinoamericano.

 

Cuando se habla de ingresos, todos podríamos convenir que hoy en día la gente tiene que trabajar más para comprar lo mismo de hace años. Y esto lo que indica es que el ingreso de la gente se ha deteriorado en términos de poder adquisitivo. Olvidémonos del cuento ese de la inflación, porque al final de cuentas a la gente no le importa qué tanto vale una libra de carne, sino si tiene con qué comprarla.

 

Hace muchos años sabemos que la pobreza en Colombia deviene de una paradoja que se nos hizo popular en la frase esa de que “a la industria le va bien, pero al país le va mal”. Pero no hemos aplicado la receta correcta: elevar la capacidad de consumo de la gente mediante una justa distribución de la riqueza a través de los ingresos y los impuestos, para que a todos nos vaya bien. Por el contrario, cada vez los ricos son más ricos y los pobres más pobres. Esto último sigue pareciendo una arenga de mamerto, pero no por eso, pierde validez.

 

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