
CON UN OJO EN EL “IMPERIO” Y EL OTRO EN LA PAZ
23.06.2016 17:47
Si las Farc se comprometen a nunca más volver a la subversión armada, ¿para qué volver imperativo la entrega de armas?
--
Jaime Araujo Renteria
(jaraujorent@gmail.com)
--Edición: Octavio Quintero
--
La tragedia de Orlando mostró, de manera patética, las contradicciones del “imperio”: una sociedad dividida antes de la tragedia y después de ella. Dividida entre quienes quieren someter el Estado a la religión, o a una religión; y quienes quieren conservar el Estado laico, esto es, que no patrocine religión alguna, pero que tampoco persiga a ninguna, ni siquiera a la musulmana, como propone un candidato presidencial, bajo el pretexto de lucha contra el terrorismo… Una sociedad dividida entre quienes quieren, bajo el argumento de la seguridad y la lucha contra el terrorismo, sacrificar la libertad; y quienes creen que es posible librar esa lucha conservando las libertades públicas. Una sociedad fraccionada entre quienes consideran que solo el Estado puede poseer armas, y quienes desconfiando de la tiranía armada de éste, permiten, como garantía de un Estado libre, que los ciudadanos puedan poseer y portar armas (y a propósito, éste es también un punto de desacuerdo entre los negociadores del proceso de paz en Colombia). En fin, una sociedad fragmentada entre quienes avocan por la igualdad y quienes proponen discriminaciones: Latinos, negros, mujeres e inmigrantes, como hace un candidato, paradójicamente, hijo de una inmigrante.
Esta división se ha dado tanto en la teoría como en la práctica; en la esfera de los principios, como en los casos concretos de su aplicación; antes y después de la tragedia de Orlando, desde el momento mismo de su creación, y esto se ha reflejado en su historia política y constitucional. Por ejemplo, el tema de la igualdad se debatió durante mucho tiempo y algunas de sus aplicaciones prácticas, se establecieron en las reformas constitucionales o enmiendas números XIII (1865) y XIV (1866), después de la cruenta guerra civil, que en su parte pertinente, dicen: “Enmienda XIII.- Sección 1. Ni la esclavitud ni la servidumbre involuntaria existirán en los Estados Unidos o en cualquier lugar sujeto a su jurisdicción”…; “Enmienda XIV.- Sección 1… ningún Estado privará a persona alguna de su vida, su libertad o su propiedad sin el debido procedimiento legal; ni negará a nadie, dentro de su jurisdicción, la protección de las leyes en un plano de igualdad”. A pesar de estas reformas constitucionales, existían personas que no querían aplicarlas y la sociedad civil siguió organizándose y movilizándose para hacerlas efectivas en la realidad, pasando por las luchas civiles de Martin Luther King, hasta la presidencia de Barack Obama, donde ciudadanos negros y blancos, defensores de la igualdad, se organizaron y movilizaron para la marcha sobre Washington, donde Luther King hizo su famoso discurso, yo tengo un sueño; o votaron por Obama, como un mensaje claro contra toda forma de discriminación.
La lucha de visiones encontradas de la sociedad y el Estado, ha sido permanente, a pesar de que se haya expresado de distintas maneras, desde las primeras reformas constitucionales de la constitución gringa: las diez primeras enmiendas (Bill of Rights) fueron ratificadas efectivamente en diciembre 15 de 1791, y para lo que ahora nos interesa, basta con fijarnos en las enmiendas 1 y 2:
“Enmienda I.- El Congreso no hará ley alguna por la que adopte una religión como oficial del Estado o se prohíba practicarla libremente, o que coarte la libertad de palabra o de imprenta, o el derecho del pueblo para reunirse pacíficamente y para pedir al gobierno la reparación de agravios”.
“Enmienda II.- Siendo necesaria una milicia bien ordenada para la seguridad de un Estado Libre, no se violará el derecho del pueblo a poseer y portar armas”.
Estas dos normas constitucionales son las que explican por qué no se puede prohibir la religión musulmana en Estados Unidos, como quiere un candidato presidencial; o impedir que los ciudadanos tengan armas de asalto, como quiere otra candidata (el debate no es si los ciudadanos pueden tener armas, sino qué clase de armas pueden poseer y portar).
A propósito del tema, y con respecto a Colombia, no debiera discutirse tanto sobre la entrega de las armas de las Farc, ya que las armas son cosas que no se manejan solas, sino por seres humanos.
El tema es simple y al mismo tiempo complejo: solo las personas tenemos voluntad; los animales instinto y las cosas, como las armas, no tienen ni lo uno ni lo otro. Las armas son neutras, axiológicamente hablando: no son ni buenas ni malas; depende de cómo las usen los hombres: si para cosas buenas o para cosas malas: Hitler, por ejemplo, las usó para oprimir; y Mao Tse-tung, por el contrario, para liberar. Si las Farc, por la razón que sea, ya cambió su ideología y renunció a conquistar el poder combinando todas las formas de lucha, sometiéndose solo a la lucha democrática, poco importa si conserva las armas, pues, se supone que si hay honestidad y sinceridad y su compromiso de paz, esas armas ya no las usaría para derrocar el sistema.
Ojalá no suceda en Colombia con la Farc, algo que ya ha sucedido con otras personas de la "izquierda", que no solo abandonaron su ideología sino que pusieron sus armas al servicio de la ultra derecha o del narcotráfico: Don Berna, Vladimir, el tuerto Gil de convergencia ciudadana, y una gran cantidad de etcéteras.
Como bien puede apreciarse, el tema importante no es si las Farc entregan las armas, sino si entregaron su ideología, y partir de la firma de la paz, renuncian a la idea de la lucha armada en la busca del poder.
Estas divisiones no solo se presentan entre candidatos, sino también hacia el interior de la sociedad civil que se organiza para expresarse y defender sus ideas ante otros miembros de la sociedad civil, y lo que es más importante, ante el propio gobierno y los grupos de interés, sobre todo económicos.
Fue la sociedad civil estadounidense la que se enfrentó y derrotó al gobierno en la guerra del Vietnam. Por esto, siempre que queramos analizar ese “modelo”, debemos distinguir entre el gobierno y el pueblo norteamericano, que no siempre son lo mismo, ni coinciden…
Una sociedad civil dividida, aunque no lo reconozca en “clases sociales”: un 1% de la población es dueña del 90% de la riqueza del país, y cerca de 50 millones de seres humanos en el país más rico del mundo, viven en la pobreza…
En donde la última gran crisis económica de su sistema de producción (la del 2008), no ha podido superarse, ni ahí, ni en Europa, agravada por la disminución del crecimiento chino… (Es aquí en donde no entendemos cómo, una economía dependiente y débil como la nuestra, pueda estar blindada, como mendazmente nos repite cada día el ‘Santo’ gobierno que tenemos).
Esa misma sociedad civil (la gringa) que trató de expresarse políticamente por intermedio de un candidato como Bernie Sanders, a quien no le dio miedo auto denominarse socialista, a pesar de saber que el solo remoquete de liberal es ya, en la política norteamericana, un término peyorativo; que quita votos, que es el equivalente a ser comunista en Colombia y que, llamarse socialista en EE.UU., es encarnar al demonio. A pesar de saber que ese gobierno plutocrático (como dijera Gaitán), es muchas veces dócil al capital financiero, y que la encarnación de este capital es Wall Street, no dudó Sanders en enfrentarse a él y denunciarlo públicamente; como tampoco dudó, en temas de derechos humanos, en defender el derecho a la salud y la educación para todos; la defensa del medio ambiente, la igualdad (en sus varias manifestaciones: genero, sexo, etc.); la redistribución de la riqueza, etc.
En Colombia también hemos tenido estos debates antes, durante y después de nuestros varios procesos de paz, incluido el que ahora se tramita, que también cuenta con el apoyo del gobierno del imperio, que sabe, como dijo el presidente Obama en su último mensaje al Congreso, que esta paz en Colombia puede beneficiar sus intereses, y especialmente de sus transnacionales, que ahora podrán obtener mayores ganancias en Colombia con menos riesgo.
Sin embargo, a diferencia de la sociedad norteamericana, nuestra sociedad civil es mucho más débil que la suya, menos organizada… Y, lo que es más grave, quienes están negociando en La Habana, por parte del gobierno, no se cansan de repetirnos que nada cambiara; que el modelo económico se mantendrá intacto, que los derechos humanos de los miembros de la sociedad civil no se ampliaran, que lo único que buscan es que unos hombres armados entreguen su ideología (reconozcan el sistema y sus leyes) y luego entreguen sus armas, para facilitar más la explotación de unos pocos sobre la gran mayoría. Quienes negocian como contraparte del gobierno (Las Farc), en vez de hacer y decir lo contrario del gobierno; denunciar la falta de derechos (como Bernie Sanders(), pactar el derecho a la educación y la salud para todos los colombianos, se han dedicado a embellecer el modelo económico, a tranquilizar a nuestra “clase dirigente” de que no son un peligro para el funcionamiento del sistema, a sus relaciones de explotación del hombre y de la naturaleza, como lo dio a entender Timochenko en la entrevista que concedió a la revista semana.
Es hora de que la sociedad civil tome conciencia de sus intereses, que no siempre y necesariamente tengan que coinciden con los del gobierno y los de la Farc; se organice, haga oír su voz frente al gobierno y frente a la Farc y ejerza el poder de sus mayorías, hasta ahora silenciosas que han sido objeto de la violencia por parte del Estado y del no estado; de la violencia armada y de la económica, de la política y de la jurídica; de la social y de la cultural; de la violencia contra todos los derechos de los colombianos: violencia contra su vida y su trabajo; contra su salud y su educación; contra su integridad física y la integridad del medio ambiente que lo rodea; violencia contra su libertad y su seguridad; violencia contra su derecho al desarrollo y a la paz con justicia social; en una palabra violencia contra todos sus derechos, pida que cese esa violencia, y los reclame, tanto frente al gobierno como frente a la Farc.
—————