Bernardo Trujillo Calle

25.08.2012 07:13

Cerro Matoso, un incordio: 

Su columna en el diario El Mundo, de Medellín, 25/08/12

.-

En el punto en que están las cosas con Cerro Matoso, lo recomendable
es que el gobierno no prorrogue el contrato.  Ha sido engañado y va a
seguir siéndolo, porque las multinacionales, en general, que vienen a
explotar nuestros recursos naturales, hacen primero cálculos de la
forma como pueden esquilmar el país.  El oro y el platino, se dice,
fue sacado clandestinamente del Chocó en aviones que volaban
directamente a Panamá y de allí a Inglaterra.  Lo que recibía el
gobierno por regalías e impuestos siempre fue una miseria.  Y si
miramos el panorama que se abre a los ojos de los colombianos, El
Cerrejón, Segovia, Santurbán, Cerro Matoso, Marmato, los Llanos,
Santander del Norte, Amazonas, etc., donde quiera que haya metales
preciosos o carbón en grandes cantidades o petróleo, allí estarán los
países ricos llevándoselos a manos llenas sin dejar una
contraprestación equitativa, siquiera por respeto.

Lo de Cerro Matoso, que está a un tris de renovarse, es el típico
contrato leonino, lesivo en grado sumo del país, no sólo por el abuso
que se está cometiendo según estudios confiables que se han hecho,
sino por el tratamiento que se les da a los vecinos de Montelíbano y
de la Unión Matoso, el pueblo más miserable de Colombia de tan solo
520 habitantes sin puesto de salud, ni alcantarillado, ni agua pura
para lavar las heridas, al decir de Semana (ed. 1579).  Es un cuadro
dramático de abandono en medio de la opulencia de una de las minas de
ferroníquel más grandes del mundo y la única del país. Contados los
probados cargos que se le hacen al pulpo, pasan de una docena y no
obstante pretenden obtener una prórroga hasta el 2029 sin revertir los
bienes muebles, instalaciones, maquinaria, edificios y todo lo que por
contrato deben entregar al hacer dejación y alzar bártulos.

Por fortuna en esta oportunidad se han concitado alrededor del asunto
autoridades y personas expertas en estos achaques de la contratación
con el Estado.  Yo les creo a todos los que vienen puntualizando las
inequidades (¿o iniquidades?) que se están cometiendo en el desarrollo
del oprimente contrato, pero más a la Contralora porque ha dado prueba
de conocimiento de la materia, de equilibrio, de justicia.  Ella dice
justamente que no se están liquidando correctamente los cánones de
arrendamiento, ni las regalías, con lo cual se afectan derechos del
Estado y del municipio de Montelíbano. Obvio que también el Procurador
Ordóñez y el Congreso han pedido que se produzca la caducidad, porque
las causales abundan. No hay riesgos de una demanda victoriosa de la
empresa. Hay como un sentimiento unánime de rechazo y de no
modificarse sustancialmente, mejor es que abandonen sus pretensiones
de continuar. ¿Y por qué razón no lo toma por su cuenta el Estado
siendo que las instalaciones, lo más valioso, ya serán suyas dentro de
diez días, y la técnica y el “know how” están más que asimilados y los
compradores asegurados?

Esta generación no tiene derecho a dejar a las que vienen sin esta
clase de recursos naturales no renovables. La locomotora de la
minería, cuando no es en condiciones casi de humillación ante el
extranjero, es la informal, la ilegal, tan perniciosa como la que más.
El Estado se ha declarado prácticamente incapaz de enfrentar la
reciente mafia de centenares de miles de mineros que van en hombros de
la guerrilla o las bandas criminales con sus dragas y venenos
sembrando el desconcierto en ríos y quebradas y atropellando el medio
ambiente. Los peces mueren por millares, las aguas no pueden
consumirse, las tierras de antiguos propietarios pierden el control
sobre su titulación que pasa, por una simple denuncia, a veces un
“papeleo” comprado a funcionarios corruptos, a ser de los invasores.
Lo más reciente y significativo es lo del coltán, metal precioso,
escaso y providencialmente hallado en el Guaviare, que ya fue presa de
la guerrilla y los paramilitares.  Un desastre. ¡Una calamidad!

P.S.: “A palabras necias, oídos sordos”. Presidente, consiga la paz.
Sería la gran victoria. Y para ello necesita gente leal, decidida y
franca. No vacile.

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