ASOCIACIÓN PARA DELINQUIR

25.07.2019 17:55

Los acérrimos enemigos políticos, son alegres compadres a la hora de partir el ponqué

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Editorial REDGES

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Es bueno recordar que la ley 1882 que abrió la puerta al reconocimiento de inversiones hechas en los APP (proyectos de Asociación Público – Privada), como el caso Odebrecht en el tramo II de la Ruta del Sol, fue expedida el 18 de enero de 2018, suscrita por el Presidente Santos y su ministro de Hacienda, Mauricio Cárdenas.

La culpa, entonces, es compartida entre el Gobierno Santos que presentó el PL y sancionó la ley y, el Gobierno Duque que le declaró liquidación y no caducidad, decisión (ésta última) que hubiera impedido a los contratistas afectados, entre ellos Sarmiento Angulo, para seguir contratando con el Estado.

El art. 20 de la mencionada ley, que entregó la llave del Tesoro Público a los corruptos, fue demandado en su momento ante la Corte Constitucional por el entonces, contralor general, Edgardo Maya, pero perdió el caso: la CC lo declaró constitucional no obstante el montón de advertencias en contra que recibió de la academia y de la Procuraduría.

Pero, para los que andan con la cabeza a dos manos, aterrados con lo de Solarte – Corficolombiana y Odebrecht, la APP “Concesionaria ruta del Sol S.A.S”, guarden oxígeno para contener la respiración cuando, por el mismo huraco jurídico, se puedan meter, en caso dado, Hidroituango, Reficar, Chirajara, El túnel de la Línea y Electricaribe, los más emblemáticos, de una larga lista de fracasos contractuales.

Y, no nos llamemos a engaño ni nos declaremos sorprendidos, pues, en el mismo informe en que se anunció la liquidación de la concesionaria, la Superintendencia de Sociedades dice que la decisión fue tomada con el propósito de proteger a terceros de buena fe, es decir, a la “pobre” banca que en los 5 primeros meses de este año solo se ha ganado “la bobadita” de 4 billones, 510.000 millones de pesos, algo así como, 30.100 millones de pesos diarios.

Es que, dentro del modelo neoliberal, los acérrimos enemigos políticos, son alegres compadres; y mejor sería decir, compinches, con nuestra anuencia electoral.

 

 

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