AL PAN PAN Y AL VINO VINO

03.06.2019 12:14

 

En Colombia no hay censura

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El hecho de que una gran cantidad de personas crea en lo que dice alguien, no convierte en verdad lo que dice ese alguien. Ser un periodista independiente no significa ser un periodista objetivo. El caso del columnista Coronell, y su salida de la revista Semana, se presta para reflexionar sobre el tema.

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Análisis REDGES

Octavio Quintero

Director

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El avance de la informática ha permitido que hoy en día cada ciudadano pueda ser un medio de comunicación de masas que distribuye y recibe información en tiempo real, equipado de un PC o móvil, que ya es raro que no. Esto hace que también, hoy en día, la libertad de información y de opinión escape virtualmente a la censura.

Censura es, semánticamente, suprimir o modificar un texto destinado al público de partes que no se ajusten a determinados intereses políticos, económicos, morales o religiosos. Ese es un tipo de censura corriente que todos ejercemos o padecemos en el ejercicio de informar o recibir información diariamente.

Antes de continuar, resulta útil precisar las tres primeras premisas que encierra el artículo 20 de la constitución nacional:

  1. “Se garantiza a toda persona la libertad de expresar y difundir su pensamiento y opiniones,

  2. La de informar y recibir información veraz e imparcial, y

  3. la de fundar medios masivos de comunicación.” …

Tanto en sentido lato como en el argot periodístico, se confunden los tres derechos; y la confusión conlleva debates desmadrados, como es el que se viene dando en torno al caso Coronell-Semana, reflejando, por demás, la insana polarización que afecta al país desde la reelección de Santos (2014), cuando quedamos divididos entre defensores de la paz y/o amigos de la guerra, polarización que, el resultado plebiscitario del 2016, solo logró encasillarnos a todos entre el SÍ y el NO, “como Dios manda”.

Tras prescribir que los medios son libres y tienen responsabilidad social, remata instituyendo que… “NO HABRÁ CENSURA”.

La interpretación constitucional de este artículo ha sido una discusión de largo aliento. Vamos por partes:

 

¿Qué es libertad de expresión?...

Es el derecho de que gozamos todos de expresar y difundir escuetamente nuestros pensamientos y opiniones por cualquier medio de comunicación: el perifoneo, el bando, el grafiti, el pasquín o, a través de alguna empresa formal de comunicación social. Es decir, el solo hecho de que yo no pueda expresarme en un medio determinado, no significa que haya perdido mi libertad de expresión.

 

¿Qué es libertad de opinión (o pensamiento)?...

Es la misma expresión, pero ya elaborada en forma crítica (positiva o negativa), la que conforma la opinión de cada quien, que tampoco obliga a ningún medio masivo de comunicación acoger o negar so pena de violar la constitución, pues, lo dicho para ejercer la libertad de expresión, aplica también para ejercer la libertad de opinión.

Es importante ver que en el punto dos, si bien la constitución proclama la libertad de informar y recibir información, dispone que sea “veraz e imparcial”. Esto es lo que distingue a la información formal de la informal. Pero esta es discusión aparte.

 

¿Qué es libertad de prensa?

En el punto tres se establece la libertad de fundar medios masivos de comunicación. Y este derecho, sí que confunde, pues, se habla de censura cuando en uno de esos medios sólo, o preferentemente, se da cabida a una línea editorial de información y de opinión, previamente trazada.

Todos los medios en Colombia –y el mundo— tienen línea editorial definida por intereses sociales, políticos o económicos, o su combinación. El factor social se define en su esfera de circulación; el político en su esfera de opinión, y el económico, en la esfera de la sostenibilidad financiera.

No es un secreto inescrutable que todos los gobiernos disponen de milmillonarias sumas de publicidad y pueden, por demás, orientar con decisiones a discreción, el destino de los recursos publicitarios de la empresa privada.

Que la línea editorial de un medio, cualquier medio, se identifique con el gobierno de turno, tiene su lógica política y económica, bajo las esferas descritas arriba. Inclusive, puede darse el lujo de criticar sutilmente a sus mecenas de vez en cuando.

 

“NO HABRÁ CENSURA” …

Es lo que dice la constitución. Pero esta prescripción parece solo obligar a la autoridad pública con respecto a la libertad de información y de opinión en el sentido en que nadie puede ser perseguido por el contenido de su información u opinión. Con respecto a la libertad de información, del lado de los medios formales, cuando el ministro de Justicia Yesid Reyes y el fiscal Eduardo Montealegre, en el Gobierno Santos, propusieron prohibir que la prensa publicara documentos de prueba sobre investigaciones, un mundo de críticas aplastó de inmediato la propuesta…

Y porque, además, dentro de la libertad de fundar medios masivos de comunicación, y de la misma facultad de expresar libremente lo que se piensa, no cabe que el precepto constitucional de censura cobije a los medios privados. Todo lo contrario, prescribe que “son libres y tienen responsabilidad social”.

Podríamos concluir en que un medio de comunicación formal, al definir su misión y visión a través de su línea editorial, está en todo su derecho de privilegiar aquellas informaciones y opiniones que le son propias a su interés político, económico, social o religioso, y etc…

Pero aquí cabe hacer otra aclaración, antes de concluir: lo que no puede hacer un medio de comunicación es manipular un texto de opinión de algún columnista o de un tercero, suprimiendo o modificando algunas partes que no se ajustan a sus intereses manifiestos, antes de publicarlo.

Con respecto a Coronell, eso no hizo jamás Semana. Luego, no cabe la acusación de censura. Cabe, esa sí, la idea de que entre el columnista y la empresa aparecieron diferencias conceptuales que llevaron a la determinación de romper relaciones. Y eso no nos debió llevar al debate desmadrado en que estamos. Como dije en algún otro editorial: periodistas, columnistas y presentadores de medios de comunicaciones social entran y salen todos los días, sin que las campanas se echen a duelo.

Cabe pensar que los directores de la polarización tomaron el episodio como una oportunidad de hacer chocar nuevamente a la opinión pública, en busca de resultados políticos de cara a las elecciones regionales de octubre o, insisto en ello, se trató de una cortina de humo concertada para desviar la atención de la gente del punto central del meollo destapado por el NYT: la instrucción militar de restituir los tristemente célebres “falsos positivos”.

Las columnas de Antonio Caballero y Daniel Samper en la misma revista del pasado fin de semana, así lo confirman: …

  • “Esperemos que este escándalo mediático no sirva para ocultar el escándalo más grave y más profundo de la resurrección del aliento dado a los falsos positivos…”: Caballero.

  • “Resulta increíble que, por culpa de este brusco timonazo, el foco del debate en uno de los medios más importantes de Colombia ya no sea la directriz letal con que el Ejército abona terreno para cultivar nuevos falsos positivos, sino las discusiones de cocina sobre cómo y por qué y en qué términos SEMANA expulsa a un columnista…”:  Samper

Mientras los olímpicos indagan por una explicación de semana que justifique su “censura” a Coronell, nosotros, la opinión pública, quizás nunca sepamos los verdaderos motivos del escándalo armado, pero eso no obsta para que no nos demos cuenta que el meollo central sigue vivo, pues, el retiro de la directriz castrense del manual de funciones, no basta para cancelar la amenaza de las ejecuciones extrajudiciales, mientras los inspiradores de la torva idea sigan en funciones.

Como dice Bertolt Brecht en “la resistible ascensión de Arturo Ui”:

“Si aprendiéramos a mirar en vez de papar moscas, 
veríamos el horror en el corazón de la farsa; 
si simplemente actuáramos en lugar de hablar tanto, 
no acabaríamos, una y otra vez, yendo de culo. 
¡Hombres no celebréis todavía la derrota 
de lo que nos dominaba hace poco! 
Aunque el mundo se alzó y detuvo al bastardo, 
la perra que lo parió está otra vez en celo”.

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