¿De qué hablamos?

13.12.2012 06:01

 

Nunca antes como ahora las relaciones de Bogotá con sus vecinos habían estado tan tensas.

Desde el inicio del mandato de Petro se evidenció lo que sería un enfrentamiento del mandatario capitalino con el gobierno nacional y, también, con el gobernador de Cundinamarca, en torno a la proyección de obras públicas y toma de decisiones comunes a las distintas autoridades del orden local, departamental y nacional.

Lo anterior no quiere decir que las relaciones en ese sentido viniesen, antes de Petro, en buenos términos. Lo que se quiere hacer evidente es que, en el momento actual, se ha provocado, eso sí a instancias del alcalde capitalino, una discusión pública –o socialización que dicen- (lo cual  se le abona), lo que permite una participación franca y abierta de la sociedad civil a través de sus distintas fuentes de expresión ciudadana.

Y sobre el tapete han aflorado temas como la venta y comercialización de agua en bloque, que tiene en ascuas al Gobernador y los municipios vecinos; y en antes había aflorado el encontrón de los mandatarios sobre el trazado de ALO , la llamada Autopista Longitudinal que atraviesa la Sabana de Bogotá de lado a lado por el costado occidental, desembotellando y dando movilidad al pesado tráfico terrestre de carga y  pasajeros que hoy transita por pedazos entre las avenidas Boyacá, Cali y Cundinamarca.

Más intensa fue (¿es?) la lucha en torno al Metro y Transmilenio; y, ni se diga, sobre las basuras, en donde la posición dominante ya no parece ser de Bogotá hacia los vecinos, sino de los vecinos hacia Bogotá que ya no tiene dónde botar un tiesto más, y acaba de ser notificada por Mondoñedo, que no le recibe ni un rollo de papel usado.

Todo este embrollo, que tiene su cuento aparte, va dirigido, finalmente, a decir que eso de las leyes sobre Distritos y de Áreas Metropolitas, la primera que acaba de pasar a sanción presidencial y la segunda que entró a Comisión de Conciliación, coge al principal Distrito Capital del país y a su área metropolitana en una auténtica pelea de “perros y gatos” dentro de la cual, difícilmente, alguien pueda entrar a poner orden, al menos de momento.

El diálogo entre estos, es de sordos. Es una Torre de Babel en donde una cosa dice Santos, otra Petro, otra Cruz y, por los lados, hablan también Gina o los alcaldes de Chía, Zipaquirá, Sopó y demás.

Para nosotros, esas leyes son, en las presentes circunstancias, un saludo a la bandera, lo que no quiere decir que no sean importantes sino que su importancia depende de la voluntad de las partes que se acojan a sus preceptos, de lo que, nosotros, estamos lejos…

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