UN PLEBISCITO DE MINORÍAS

UN PLEBISCITO DE MINORÍAS
 

DEMOCRACIA SIN PUEBLO

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Análisis político/Grupo Editorial El Satélite
(Director/Octavio Quintero)
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Un reciente artículo de GES que generó importante controversia fue el que se refirió al bajo nivel de participación electoral en el plebiscito de este domingo que se observó al cierre de las distintas encuestas que fueron publicadas: no daban más de 10 millones de votos.
 
Debiéramos estar sumamente preocupados, pues, una participación tan pobre no da margen de gobernabilidad en asuntos tan de fondo como los que nos esperan a partir del lunes 03 de octubre, si el plebiscito es aprobado…
 
No parece que a los amigos del recalcitrante SÍ, para diferenciarlos de ese otro SÍ de opinión, les interese la suerte de la democracia en Colombia. Esto no avala el NO recalcitrante de los uribistas,  porque en estos se esconde como principio rector la animadversión a Santos. Avala sí, el NO jurídico –si se puede llamar así—de analistas como el exmagistrado Jaime Araujo Rentería, que nos ha permitido hacer en GES el más profundo análisis jurídico de los acuerdos de La Habana, en comparación con el resto de medios físicos y virtuales del país… Y ahí están archivados los documentos de Araujo, por si alguien quiere contrastarlos.
 
 
Hemos elegido el título de esta nota: “Democracia sin pueblo”, que es la interpretación más precisa que se le ha venido dando al libro del escritor irlandés, Peter Mair, “Gobernando el vacío”, en el que se plantea un sombrío panorama desde el primer renglón en que se pregunta: “¿La era de la democracia de partidos ha pasado?”
 
La breve presentación del libro también nos sirve como reflexión en vísperas de este plebiscito, entre otras cosas, a ver si, a última hora, la gente se anima más:
 
(…) “Las transformaciones sufridas por los partidos y la indiferencia ciudadana hacia el mundo político tienen consecuencias sobre la reputación, la legitimidad y la eficacia de la democracia moderna. En las democracias de Europa occidental, la participación electoral está en declive y ha disminuido considerablemente la afiliación a los principales partidos, al tiempo que las élites políticas se están remodelando como una clase profesional homogénea y retirándose a instituciones estatales o semiestatales que ofrecen una relativa estabilidad en un mundo de votantes inestables. Paralelamente, proliferan y ganan credibilidad práctica y órganos no democráticos, de forma que estamos asistiendo a la aparición de una idea de la democracia a la que se está despojando de su elemento popular.”.
 
Y es aquí en que concluyen los distintos analistas del libro de Mair, en que estamos asistiendo al nacimiento de la Democracia sin pueblo.
 
En Colombia, para aterrizar el tema, no solo los partidos políticos se han acomodado a esa tendencia que pudiéramos llamar “plastilínica”, sino las altas cortes, y en especial la Corte Constitucional, habituada ya a sorprendernos con sentencias pragmáticas, que no generan doctrina sino soluciones de momento.
 
En la revisión de constitucionalidad de esta ley especial del plebiscito, la Corte no solo se olvidó de qué es democracia, sino que en menos de un año se contradijo en sentencias C- 150 del 2015 (proyecto de ley estatutaria sobre mecanismos de participación ciudadana); y la C- 379 del 2016 (proyecto de ley estatutaria que regula el plebiscito…).
En la primera, la Corte avala el artículo 41 de la ley estatutaria 1757 del 2015 que reza: “Artículo 41. Carácter de la decisión y requisitos. La decisión del pueblo será obligatoria en todo mecanismo de participación democrática cuando se cumpla con los siguientes requisitos:
a). En el plebiscito que haya participado más del cincuenta por ciento (50%) del censo electoral vigente;”…
Y en la segunda, la Corte Constitucional, en la revisión de una ley estatutaria especial, y con un fallo especial, avaló un umbral del 13%, con lo que, según las encuestas que comentamos, se corre el riesgo de que una minoría de 10 millones de electores, el 28% de un potencial de 34’899.945, apruebe o rechace la paz. Si la Corte hubiera mantenido su tesis de hace un año, este plebiscito de mañana necesitaría por lo menos una base de participación electoral igual a 17’449.973 ciudadanos, el 50 +1 del censo electoral.
Este es un claro ejemplo de democracia sin pueblo. Así de sencillo.
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Fin de folio.- Hace años, un artículo como el anterior, se hubiera rematado con la frase de cajón: “Si la sal se corrompe”, que reflejaba el estupor contenido en el respectivo análisis. Ya no: la falta de moral y ética, lo primero que nos suprime es el estupor.