¿SI NO ES SANTOS, QUIÉN?

¿SI NO ES SANTOS, QUIÉN?

El voto en blanco, podría responderse hoy

(Octavio Quintero, abril 20 del 2014)
Todas las encuestas presidenciales tienen un par de coincidencias que las ponen muy cerca de la certeza electoral del próximo 25 de mayo: 1). La apatía por la reelección del presidente Santos y, 2). La creciente abstención.
Puede que combinando “todas las formas de lucha” el Presidente logre la reelección… Pero la abstención, que no es de ahora, volverá a marcar el sino de una democracia que para alcanzar gobernabilidad tiene que acudir a mezcolanzas partidistas que se rapan el presupuesto a cambio de apoyar al gobernante de turno.
Eso explica la desfachatez de Santos al decir que su “mermelada” no es de este gobierno sino de todos y, por si alguien tenía la intención de instaurar alguna demanda por corrupción, la Procuraduría (o el procurador) se anticipa a decir que repartir el presupuesto nacional con sentido político es perfectamente legal.
No importa que estemos en época preelectoral; no importa que el reparto solo cobije a los amigos del gobierno, eso no le inspira ninguna sospecha de tipo ético o moral, y aún de tipo legal, al inmaculado procurador.
En cifras redondas
Ese 62 por ciento de colombianos que no piensa votar en la próxima elección presidencial, según las encuestas, corresponde a cerca de 20 millones de personas.
¿Por qué a 20 millones de personas les da lo mismo ocho que ochenta en materia electoral? No se requiere mucha prosopopeya para responder: se sienten excluidos de servicios tan fundamentales como la salud y la educación; o de políticas públicas como seguridad social, justicia, empleo, vivienda, transporte y medio ambiente.
Hace muchos años, cuando las elecciones eran nacionales, se le oía decir a la gente que no votaban porque, ganara quien ganara, a ellos les tocaba madrugar al día siguiente a ver qué conseguían para seguir viviendo.
Algo de esto pudo haber motivado la elección popular de alcaldes y gobernadores pero la corrupción que también se apoderó de las elecciones locales volvió a replegar a los abstencionistas hacia sus cuarteles de invierno.
Tal vez el voto obligatorio sea el siguiente paso en la escalera de lo obvio, aunque la abstención no es en sí algo que afecte directamente al elegido sino a la democracia. Al elegido, más bien le favorece, pues, en la medida en que tenga que luchar por menor cantidad de votos para llegar a la curul, mejor… Y mejor si es de la coalición del gobierno porque su voto se valoriza en “mermelada”, esa que tanto el presidente Santos como el procurador Ordoñez dicen que es común, corriente y legal.
Pero la democracia… esa está enferma y, como dice el populacho, no hay mal que dure cien años ni cuerpo que lo resista. Esa masa abstencionista algún día encontrará su válvula de escape. Podría ser el voto en blanco…