POR ESO ESTAMOS COMO ESTAMOS

POR ESO ESTAMOS COMO ESTAMOS

“Un mundo diferente no puede ser construido con personas indiferentes”

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Octavio Quintero/Director El Satélite

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Bogotá es una ciudad de unos 10 millones de habitantes de todas partes de Colombia; de todas las razas y religiones, todos los gustos gastronómicos y costumbres regionales; todos los estratos sociales: altos, medios y bajos. En síntesis, una ciudad cosmopolita. Por el mismo camino andan las principales capitales como Medellín, Cali, Barranquilla y Bucaramanga, entre otras.
Debe dominar en Bogotá, y en las otras capitales, en proporción demográfica, la clase trabajadora;  las clases medias y bajas; las que viven del trabajo o de pequeñas empresas y negocios, en su mayoría de tipo familiar.
En esta perspectiva, la presencia de 1.500 personas (en Bogotá) en un “paro nacional”, contando inclusive muchos niños y ancianos, es una muestra de que la gente no tiene ánimos de protestar, no porque ande viviendo muy bien, sino porque la insolidaridad, el desánimo y el llamado “importaculismo” se ha apoderado de la sociedad más necesitada, la que más presencia necesita hacer como grupo de presión para que, como también dice el docto vulgo, “no los sigan capando echados”.
¿Quién tiene el don de movilizar estas masas? ¡Vaya pregunta del millón! Seguir esperando a que cambien las condiciones de dominación políticas, económicas y sociales (por las buenas), es un contrasentido insoluble: ¿Por qué querrían los dueños del poder político y económico cambiar las cosas al estilo de ese que dice, ahora que estamos tan bueno para dónde nos vamos?
Estoy por creer que los columnistas críticos de la situación que nos rodea no debiéramos seguir disparando al gobierno nacional, ni a los gobernadores y alcaldes; ni al Congreso ni a nada que haga parte del establecimiento. Lo que hay que mirar bien, es la alienación de la gente y buscar la forma de romper esa enajenación social que pone a las clases populares (medias y bajas) a defender los intereses de los poderosos, aún en contra de sus propios intereses…
Si uno se diera maña y recopilara el sartal de críticas que, no vayamos muy lejos, en un mes se disparan desde todos los medios de comunicación, incluyendo los más adictos al sistema, contra el gobierno en general: Presidente, ministros, gerentes; contra las instituciones: Procuraduría, Fiscalía, Contraloría, Defensoría del Pueblo; contra el Congreso, las asambleas y concejos municipales; contra las altas cortes y sus magistrados, y pare de contar, porque la cadena es sinfín, todo estaría dado para una revolución social… ¿Pero sin gente? “Muy difícil arar con yeguas”, decían los campesinos de antaño.
Otro ejemplo de la insolidaridad que reina, entre los muchos que podrían citarse, es el de los pensionados. Dicen algunos quijotes (en el buen sentido de la referencia), que tienen un poder político inmenso, pues, al millón y medio de pensionados, en su inmensa mayoría todos nivelados por lo bajo y cargados de injusticias, como esa del aporte obligatorio a salud, como si al mismo tiempo fueran trabajadores y patronos de sí mismos, dicen –repito--, que si hacen cuentas podrían tener un poder electoral de aproximadamente 10 millones de votos sumando a sus parejas, hijos, nietos, nueras y yernos, hermanos y sobrinos, para no ir más lejos en su árbol genealógico… Pues, por ahí anda uno de esos quijotes hace días recogiendo firmas en la red social para presionar al Congreso a que defienda sus intereses, y no ha llegado a mil (¿?).
Ya dejemos de disparar al lugar equivocado. Es a la gente la que hay que responsabilizar de la propia situación política, económica y social en que viven, pues, como dice el adagio, “un mundo diferente no puede ser construido con personas indiferentes”.