PÓNGALE LA FIRMA...

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Octavio Quintero/Director El Satélite

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No estoy solo…
Yo me declaré sorprendido de que por motivos comerciales la selección Colombia haya decidido abandonar su tradicional uniforme tricolor: amarillo, azul y rojo, para ponerse la camiseta blanca de Adidas. Y Yamid Amat, en la sección 1, 2, 3 de su noticiero CM&-TV, se declara en rebeldía y amenaza con encabezar referendo si su Santa Fe del alma, que están disfrazando de azul, no vuelve a jugar con su tradicional uniforme blanco y rojo.
La nota encomendada a la simpática Tono se enfoca en la comercialización de las camisetas de fútbol que está haciendo cambiar de uniforme a todos los equipos profesionales: ya el Poderoso no es rojo sino azul; ya Junior Tu Papá, no es el tiburón rayado sino un desteñido lila y ya el Blanco-Blanco a veces es medio negro, igual que el Ajedrezado que ahora es, bueno, como el patrocinador de turno quiera vestirlo.
Tiene razón Yamid: una cosa es ver al equipo del alma enfundado en su tradicional uniforme con el que a veces nos quiere “homicidar”, como decía Yepes Lema y otra verlo disfrazado de ocasión comercial.
Pero a mí se me hace trizas la emoción es cuando veo saltar a la cancha a la selección sin su tradicional tricolor. Esa es la que ama la afición; tanto así, que cuando juega de local, pinta de amarillo el estadio.
Y fanatismo deportivo aparte, en el caso de la selección, que debemos seguir creyendo que no es de nadie en particular sino de todos en general, pues, representa al país, y como tal un  símbolo patrio, no debiera permitirse –yo no lo haría si de mí dependiera—que una marca, extrajera por demás, nos cambiara el uniforme de ese símbolo, que además representa nuestra bandera, con la que se visten en su caso todos los equipos del mundo cuando juegan como selección nacional.
Desafortunadamente, Yamid, ignoró el hecho de la selección y se enfocó en los equipos profesionales… Pero si es una ofensa a la fanaticada de un equipo privado manosearle su tradicional uniforme, mucho más ofensa, ultraje podría ser, manosear la bandera de una selección al ritmo de tilín-tilín de unas cuantas monedas que, por demás, van a parar a las groseras manos particulares metidas en el fútbol mundial, y por supuesto, nacional.
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Fin de folio: Ver nota de CM&

(vea nota 3)