PLEBISCITO POR LA PAZ: ¿QUIÉN GANA Y QUIÉN PIERDE?

PLEBISCITO POR LA PAZ: ¿QUIÉN GANA Y QUIÉN PIERDE?

“Las cosas claras y el chocolate espeso”, dice el docto vulgo

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Octavio Quintero/Opinión El Satélite

(Domingo, 07 de febrero)

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Dentro de las muchas cosas que se dicen –y lo que falta por decir—en torno al llamado “Plebiscito por la Paz”, un columnista de algún medio importante tildó de “enfermos” a las personas que no voten SÍ porque, en su argumento, estarían renunciando a la posibilidad de vivir en un país en paz.
 
Dicho columnista debiera echarle un repaso a la ley 134 de 1994 (art.7º), en donde se define el plebiscito como “el pronunciamiento del pueblo convocado por el Presidente de la República, mediante el cual apoya o rechaza una determinada decisión del Ejecutivo”.
 
¡Ojo! léase bien: … “mediante el cual apoya o rechaza una determinada decisión del Ejecutivo”. Es decir, lo que se pone en juego (en este plebiscito por la paz, o en cualquier otro sobre cualquier otro tema), es el prestigio y credibilidad del gobierno de turno (Santos, para el caso), que pone en consideración del pueblo una decisión suya para que el pueblo la apoye o rechace… Así de sencillo.
 
Ya va siendo tiempo de que el verdadero alcance del plebiscito por la paz se deje claro, y de que, tanto el Presidente como las Farc, dejen de sacarle más jugo político a un proceso que, en el mejor de los casos, apenas está por comenzar, una vez se pongan las firmas en el documento que finalmente se acuerde en La Habana.
 
En varias oportunidades he reseñado la anécdota de Iván Amaya, un importante ejecutivo de la empresa privada por allá por los años de 1974 quien, tras el alborozo popular por la elección de López Michelsen, me concedió una declaración para El Tiempo en la que dijo, resumiendo la inmensa alegría de la gente ante el advenimiento del MRL (Movimiento Revolucionario Liberal) al poder: “están aplaudiendo la templada de los instrumentos”.
 
Más grave lo de Santos, pues, no solo está induciendo a la gente a aplaudir la templada de los instrumentos, sino que les está haciendo creer que de esos aplausos depende la calidad del concierto.
 
El llamado ‘Plebiscito por la Paz’ debiera servir al presidente Santos, no para inculpar al pueblo por un eventual fracaso suyo en las negociaciones de La Habana, sino para medir el alcance popular de los acuerdos, y en caso de que no pasen el examen, asumir las consecuencias políticas…
 
En el documento inicial de negociaciones se dijo y se mantiene el imperativo de que “nada está aprobado hasta que todo no haya sido aprobado”. Si no pasa el plebiscito, algunas consecuencias políticas debiera generar…
 
Como no cabe la renuncia del Presidente, que fuera lo lógico, si esta fuera una democracia de tipo parlamentario, entonces, las Farc, debieran perder todo lo concedido, es decir, volver a quedar como delincuentes, narcotraficantes y terroristas; someterse a las leyes del Estado o volver a echar para el monte: “¡Dura lex, sed lex!”.