PLEBISCITO: ¿SÍ o NO?

PLEBISCITO: ¿SÍ o NO?

Análisis/El Satélite/Octavio Quintero

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Según la última actualización electoral certificada por la Registraduría Nacional (junio 21 del 2016), en estos momentos se cuenta con 34’729.241 ciudadanos habilitados para votar.
 
Sobre esta base, el 13 por ciento daría un total de 4’514.801 ciudadanos que deberán votar por  el SÍ para alcanzar el umbral requerido por el plebiscito por la paz para que sea aprobado.
 
Una de las principales críticas a la ley del plebiscito por la paz es precisamente el tipo de umbral contemplado en el numeral 3 del artículo 2º: … “Se entenderá que la ciudadanía aprueba este plebiscito en caso de que la votación por el sí obtenga una cantidad de votos mayor al 13% del censo electoral vigente y supere los votos depositados por el no”.
 
Para que se tenga claridad, quiere decir que los electores por el SÍ tendrán dos retos inmediatos: uno alcanzar el umbral y, dos ganarle al NO.
 
Ahora, supongamos que también el NO tendrá su interés propio en derrotar al SÍ. Esta suposición indica que tendrá igualmente que alcanzar el umbral, en cuyo caso estaríamos hablando de una votación mínima de 4’514.801 x 2= 9’025.602, resultado que representa el  26 por ciento del censo electoral… Es decir, el plebiscito por la paz puede darse la tolerancia de una abstención del 74%, y sería aprobado.
 
Conclusión: si la paz es el derecho colectivo más importante que toda sociedad debe darse, ¿por qué no se permitió que efectivamente los colombianos se midieran democráticamente si querían la paz que ofrece el presidente Santos, dejando abierta la elección por el SÍ y por el No (inclusive sin umbral), concediéndole el triunfo al que sacara más votos? Es la norma que rige toda consulta en el mundo democrático.
 
Ahora bien, más que ponerle el reto a los electores mediante un umbral, pudo establecerse también un reto al Presidente que es quien constitucionalmente puede proponer el plebiscito,  indicando que un resultado adverso lo obligaría a renunciar, pues, en el fondo, significaría una censura política del pueblo al Presidente, análoga a la que se tramita en el Congreso contra los altos funcionarios públicos y que obliga al funcionario censurado a retirarse del cargo o ser unilateralmente separado por el Presidente. Es lo que ocurrió recientemente en el Reino Unido a David Cameron con lo del Brexit y antes, ocurrió hasta con un dictador como Pinochet. Pero como estamos en el país del “realismo mágico”, cualquiera que sea el resultado de plebiscito deja al presidente Santos en el mejor de los mundos políticos: si gana el SÍ, gana él;  y si gana el NO, perdemos nosotros.
 
Ese es uno de los discutidísimos moños del plebiscito por la paz que acaba de avalar la Corte Constitucional, bajo el peregrino argumento de que la Constitución no establece concretamente un umbral, lo que deja abierta la puerta al Congreso para ir de umbral en umbral en este tipo de consultas políticas al pueblo, según el interés del gobernante de turno…
 
Y este sería también otro moño del creciente pragmatismo constitucionalista que va escalando el país tras la reforma del histórico “articulito” en el 2005, que quebró el espinazo de la Constitución que hasta entonces prohibía la reelección presidencial, dando testimonio del aforismo ese que dice que permitir una vez el error es abrirle el camino a todos los que vienen detrás. Mírese el lío en que estamos con eso del equilibrio de poderes, roto también por la viciada reelección presidencial que tozudamente la CC se niega a anular, no obstante tener como prueba del ilícito las condenas que la Corte Suprema de Justicia impuso a los implicados en el delito de cohecho.
 
Y este paso del aval de la CC al plebiscito no es el más crucial. Esperen lo que se viene detrás de eso que en la misma ley se define como “la construcción de una paz estable y duradera”.
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Fin de folio: Si estuviera vivo el presidente Turbay Ayala, tal vez frente al embrollo jurídico, político, de procedimiento y conciencia que nos plantea este plebiscito por la paz, aconsejaría no votar por el Sí ni por el No, sino por todo lo contrario.
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