LA FEMINIZACIÓN DEL CAMPO

LA FEMINIZACIÓN DEL CAMPO

La mujer se está convirtiendo en la guardiana de la cultura agrícola y pecuaria de los países en vías de desarrollo, pero su gran aporte a la seguridad alimentaria tiene poco reconocimiento en las esferas oficiales y privadas.

Las mujeres dedicadas a la producción agropecuaria por cuenta propia o empleadas, constituyen más del 40 por ciento de la mano de obra agrícola de las naciones en desarrollo, e incluso hasta el 70 por ciento en algunas, acorde con datos de la Organización de Naciones Unidas para la Agricultura y la Alimentación (FAO).

Por tanto, representan una parte significativa de la fuerza laboral rural en muchos países, empero las condiciones de desigualdad en las que trabajan y viven atentan contra su productividad y aporte al logro de la seguridad alimentaria.

A ello se une el hecho de que son consideradas fundamentales para el desarrollo de las zonas rurales y de las economías, pues, a menudo trabajan más horas que los hombres y son quienes se ocupan del cuidado de los niños, los mayores y los enfermos.

Aunque su aporte resulta evidente, la mayoría de ellas sigue laborando en inferioridad de condiciones y afrontan más obstáculos para lograr su acceso a servicios públicos, protección social y oportunidades de empleo dignas.

La FAO plantea que si las mujeres tuvieran el mismo acceso a los recursos que los hombres podrían incrementar los rendimientos agrícolas, ya que cuando son empoderadas económica y socialmente, se convierten en agentes de cambio a favor del crecimiento, el progreso social y el desarrollo sostenible.

Asimismo pueden aumentar su productividad agrícola entre 20 y 30 por ciento, elevar la producción y, en última instancia, liberar del hambre a millones de personas.