HAGÁMONOS PASITO

La justicia transicional solo beneficia a los victimarios y deja de lado a las víctimas

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Octavio Quintero

(domingo, 31 de enero del 2016)

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La mejor definición del alcance del acuerdo sobre justicia transicional pactada en La Habana por el Gobierno y las Farc, actores armados en el largo conflicto que afronta Colombia, la trae el propio diccionario de la RAE en su definición del término ‘pasito’: con gran tiento, blandamente. En voz baja.
 
Sobre el particular, el acucioso exmagistrado de la Corte Constitucional, Jaime Araujo, ha producido un sustancioso documento, conocido por El Satélite, titulado “Paz y sociedad civil: problemas jurídicos y políticos”, analizando en su primera parte lo de la justicia transicional, tan puesta ahora en boga desde La Habana por el Gobierno y las Farc.
 
El exmagistrado considera que ese tipo de justicia solo beneficia a los actores armados del conflicto, es decir, a los victimarios, “auto absolviéndose, pactando la impunidad total o parcial para ambos, y desconociendo, de paso, los derechos de las víctimas a la verdad, justicia, reparación y a la garantía de no repetición”.
 
Con gran tiento, blandamente y en voz baja, los victimarios de la sociedad civil colombiana a lo largo de la historia, ahora van a quedar, ipso facto, sin pecado concebidos; habilitados en todos sus derechos políticos, económicos y sociales, y en cambio, la sociedad civil (la víctima de todo esto), queda a la larga espera de que se le garantice y cumplan eso de la ley sobre verdad, justicia, reparación y no repetición.
 
 “… Ésta no era la única manera de pactar la impunidad”, dice el exmagistrado, y agrega: “se pudo, por ejemplo, pactarse que todos los delitos cometidos por los actores armados contra ellos mismos, quedaban impunes; pero que en cambio, todos los delitos cometidos por todos ellos contra la social civil (la violación de sus derechos humanos, entre otros), deberían generar responsabilidad jurídica y moral. La línea de distinción, entonces, se pudo haber trazado entre delitos cometidos entre combatientes (impunes) y delitos cometidos por todos ellos contra la sociedad civil (no impunes). Sin embargo, los victimarios decidieron nivelarse por abajo, declarando su irresponsabilidad ante sí mismos y ante la sociedad civil”.
 
Y otra precisión muy oportuna al momento, hace también el exmagistrado, ahora que se tiende, en la sutil propaganda oficial, a responsabilizarnos a todos, en cierta forma, del éxito o fracaso de las negociaciones de La Habana:
 
“En el caso de Colombia, tanto el Estado como los grupos al margen de la ley, han sido actores armados y victimarios. Y si bien, unos actores quieren justificar su violencia con la violencia de los otros actores armados, la sociedad civil tiene que decirle a unos y a otros que no acepta ninguna justificación ni ninguna legitimación de la que se ha ejercido sobre ella, ya que la mayoría de los colombianos, miembros de la sociedad civil, han sido pacíficos, no son responsables de la violencia, de la guerra interna, sino que la han sufrido como víctimas, pero no han sido victimarios.
 
“No es entonces cierto que todos los colombianos sean responsables de la guerra, de lo que se podría deducir que todos han sido victimarios. La realidad es muy distinta: la gran mayoría han sido hombres de paz, objetos de la violencia y no sujetos de ella. Es decir, solo ha sido una minoría la violenta, y dentro de esa minoría, la mayoría de los violentos han sido agentes del Estado, o patrocinados por él”.
 
Buena reflexión. Y como últimamente el gobierno nacional ha adoptado ese principio imperativo del señorito alcalde de Barranquilla, que cuando algo se le critica, su única respuesta es “va porque va”, ahí quedan restas reflexiones del avezado jurista, así sean nada más que para la historia.