ELECCIONES EN COLOMBIA

Bases para una buena reforma política

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GES (Grupo Editorial El Satélite)

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Director: Octavio Quintero
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Referencia: Reforma política
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El libro “Elecciones en Colombia: 1990- 2014”, debates presidenciales y parlamentarios, de la escritora, Carmen Cecilia Pérez Gómez (Lerner), presentado recientemente por la U. Externado, enfoca temas tan cruciales en el sistema electoral como: El poder de las armas y del dinero; ¿Saldrán las armas de la Política?; ¿Saldrá Don Dinero de la Política?
 
Por el índice se deduce que el libro está llamado a ser documento de consulta en cualquier nuevo intento de reformar la política colombiana más allá de los barnices que con frecuencia le pegan para disimular, solo disimular los principales defectos del sistema electoral, enunciados en este libro en los siguientes títulos:
 
a. El caudillismo y la desinstitucionalización de los partidos.
b. La reelección.
c. La representación no proporcional.
d. La falta de democracia interna en las organizaciones sociales.
e. Los “feudos podridos”. 
f. La trashumancia electoral.
 
La investigación de la escritora Carmen Cecilia, no se queda, como debe ser, solo en la problemática enunciada, sino que aborda, a renglón seguido, las posibles soluciones para mejorar el sistema electoral:
 
i. Utilización intensiva de las nuevas tecnologías de la información y las                                                                                                  comunicaciones (TIC).
ii. Eliminación de la financiación privada de las campañas políticas.
iii. Establecer una verdadera rama electoral.
iv. Eliminación del voto preferente.
v. Eliminación de la reelección.
vi. Reducir la representación desproporcionada.
 vii. Elección indirecta de los Alcaldes.
viii. La consulta de opinión electrónica.
La Reforma electoral en Colombia.
 
En el resumen del libro se explica:
 
La  violencia y la corrupción tienen un vértice común: el sistema electoral que ha impedido la participación de las minorías en los asuntos públicos y ha privatizado el ejercicio del poder político. Remplazar las balas por los votos es condición necesaria pero no suficiente. Prohibir la financiación privada de las campañas políticas sería muy conveniente pero podría resultar inútil.   Convertir el voto en una obligación o un deber, aparenta ser una solución sencilla para combatir la abstención pero en poco práctica.  La institucionalidad de los partidos es deseable para combatir el personalismo, sin embargo será más importante retomar el debate sobre los ideales en reemplazo de la puja por los intereses particulares. Las organizaciones gremiales, sindicales, vecinales, profesionales deben ser actores públicos, organizados democráticamente, pero sin reemplazar o someter a los actores políticos.
 
No hay soluciones perfectas ni realizables en el corto plazo. Sin embargo resulta importante identificar las reformas deseables. Por ejemplo: si la elección de Alcaldes municipales se hace de manera indirecta por el organismo administrativo local (el concejo) bajo un régimen similar al parlamentario, dado su mutuo control, podría erradicar el germen de la corrupción local que asciende a las gobernaciones, el parlamento y los órganos nacionales.
 
Así como se tuvo el mérito de eliminar la reelección del Presidente de la República, se debiera eliminar la reelección de cualquier servidor público. De igual importancia será el eliminar el voto preferente, los umbrales y corregir el efecto de “feudos podridos” que tienen las pequeñas circunscripciones en la Cámara.
 
La tecnología de la información y la comunicación permite prescindir del sistema electoral de papel. La identificación biométrica, las grandes bases de datos personales (BigData) y la cobertura nacional del Internet, pueden hacer los comicios muy baratos, transparentes y con muy alta presencia de los electores.
 
La reforma electoral deseable
 
En el prólogo, del avezado analista electoral, Ernesto Rojas Morales, se dice:
 
El sistema electoral, en su conjunto, ha de entenderse como la red de vasos comunicantes por donde debe fluir el líquido puro de la democracia. Sin embargo, por estos días se aprecia en Colombia que por los ductos electorales circula un cocimiento turbio y maloliente, del que el común de las gentes prefiere mantenerse alejado. Muy pocos consideran este fluido el más indicado para atenuar o saciar su sed de participación en las decisiones de la vida cotidiana.
 
Una nueva oportunidad de purificar la democracia y modernizar el sistema electoral surge en este 2017 como una consecuencia del inicio de una nueva era, la de la paz, tras muchos años de intentar zanjar el conflicto social por la vía de las armas.  Se trata de alcanzar el objetivo de erradicar la violencia de la política y quebrantar, por fin,  la tendencia guerrerista de nuestra historia según la cual, para organizar la sociedad de una determinada manera, las minorías han pretendido imponer con las balas lo que nunca lograrían con los votos.
 
La derecha, la izquierda, la oligarquía y la pobrería, en diferentes escenarios y en sucesivos tiempos, han incurrido en una rebeldía armada no exenta de crueldad, y a la postre, sepultada en la impunidad. La obstrucción de las vías democráticas, por donde deben circular las ideas y las propuestas de solución a los problemas, ha producido una enorme acumulación de inconformidades. En ocasiones esta represión de aspiraciones insatisfechas ha generado estallidos vanos que solo han dejado arroyos de sangre en los campos y ciudades.
 
Si bien el perfeccionamiento de la democracia requiere innumerables y difíciles cambios, estos no se logran por la vía de las revoluciones violentas, como en la historia colombiana parece haberse comprobado. Cabe, entonces, pensar en la posibilidad de construir una auténtica democracia mediante procesos continuos y progresivos de evolución propiciada por la consolidación de una cultura de justicia, solidaridad y equidad.