EL FRENO A LOS PARAÍSOS FISCALES

LA RIQUEZA OCULTA DE LAS NACIONES

Investigación sobre los paraísos fiscales 


 

 

 

GABRIEL ZUCMAN 
Traducción: Rosa Bertrán Alcázar
Editorial: Pasado&Presente/Barcelona
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Nota/RED-GES
 
Ahora que hemos vuelto a retomar el tema de los paraísos fiscales, a raíz de la denuncia que vinculó al presidente Santos a lo que se titula “Papeles del Paraíso”, bien vale la pena informarnos más sobre el funcionamiento de estos refugios de los grandes capitalistas del mundo donde esconden sus fortunas para evadir impuestos.
 
Gabriel Zucman (en la foto), el intelectual más conocedor en el mundo entero sobre estas operaciones, abre en su libro “La riqueza oculta de las naciones”, la más completa investigación que se haya hecho sobre los paraísos fiscales a nivel mundial, y propone tres formas de combatirlos.
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INTRODUCCIÓN
 
ACTUAR CONTRA LOS PARAÍSOS FISCALES
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Los paraísos fiscales están en el núcleo de la crisis europea, pero nadie sabe demasiado bien cómo enfrentarse a ellos. Para unos el combate está perdido de antemano. Desde Londres al estado de Delaware, de Hong Kong a Zúrich, los centros offshore son engranajes básicos del capitalismo financiero, utilizados por los ricos y los poderosos del mundo entero. No hay nada que hacer, aseguran: ciertos países propondrán siempre menos impuestos y reglas que sus vecinos. El dinero encontrará siempre su refugio: buscad aquí, se irá hacia allá. El capitalismo sin paraísos fiscales es una utopía, y la imposición progresiva de las rentas y de las fortunas está condenada a desaparecer, salvo que se invierta en la vía del proteccionismo. 
 
Para otros, la batalla está casi ganada. Gracias a la determinación de los gobiernos y de la OCDE, gracias a los múltiples escándalos y revelaciones, los paraísos fiscales pronto agonizarán. Desde la crisis financiera, con los mazazos de los grandes países en busca de nuevos ingresos, todos han prometido abandonar el secreto bancario, y finalmente las PASADO & PRESENTE 4 la riqueza oculta de las naciones multinacionales van a rendir cuentas y pagar su deuda. Es el triunfo de la virtud. 
 
Este libro entra en oposición a esas dos visiones igualmente falsas. Da cuenta de una investigación inédita cuya conclusión resulta abrumadora. Los paraísos fiscales nunca han gozado de tan buena salud como ahora. Siempre presentes en los discursos políticos, las «victorias» no aparecen por ningún lado en las cifras. La impunidad de los defraudadores es prácticamente total. Los compromisos adquiridos recientemente por los paraísos fiscales son demasiado imprecisos, y los medios de control demasiado débiles, para que podamos esperar cualquier mejora en los años venideros. 
 
Pero no es demasiado tarde para invertir el curso de las cosas. La evasión fiscal de los más adinerados y de las grandes sociedades puede detenerse. Para lograrlo, este libro propone un plan de actuación concreto y realista que se articula alrededor de tres ejes. Las soluciones existen De entrada, una dimensión operacional. 
 
La urgencia nú­ mero uno, y una de las propuestas centrales formuladas en esta obra, es la creación de un registro mundial de los títulos financieros indicando sobre una base nominativa quién posee cada acción y cada obligación. Se trata de una condición indispensable para poder tasar las fortunas del siglo xxi. 
 
¿Una utopía? Un registro de este tipo existe ya en Suecia; otros, más parciales, son mantenidos por sociedades privadas como el banco luxemburgués Clearstream. El objetivo consiste simplemente en fusionarlos, ampliar su campo y transferir su propiedad a los Estados. En 1791, durante la Revolución, la Asamblea Constituyente creó el catastro de Francia para censar todas las propiedades inmobiliarias, consignar su valor y abolir de este modo los privilegios del Antiguo Régimen —la exención de impuestos de la nobleza y del clero. Hoy en día es necesario crear el catastro financiero mundial para poner fin a las injusticias que, de lo contrario, se arriesgan a la larga a destruir los regímenes democráticos. 
 
Para que funcione, este catastro financiero debe ir acompañado de un intercambio automático de información entre los países. Desde hace varios decenios, los bancos franceses suministran al fisco todos los datos de que disponen sobre los ingresos percibidos por sus clientes. Esta información alimenta previamente nuestras declaraciones de impuestos, haciendo imposible el fraude a través de bancos franceses. La segunda urgencia es por lo tanto extender este sistema a los bancos situados en los paraísos fiscales. El intercambio internacional y automatizado de datos por si solo corre el riesgo de chocar con la opacidad financiera. Pero, respaldado por el catastro financiero del mundo, atajará el fraude masivo de los ultrarricos. 
 
Nada se opone a ello, como no sea la voluntad de los paraísos fiscales de defender el secreto bancario que los hace prósperos. Por esta razón la segunda dimensión del plan de acción que propongo es política: los paraísos fiscales solo cederán bajo la amenaza de sanciones. Por primera vez, esta obra revela las coaliciones de países que pueden hacerles fracasar, así como la naturaleza de las sanciones a imponer. 
 
Francia por sí sola no puede hacer gran cosa. Sea cual sea su función, ni las llamadas a la transparencia ni nuevas leyes ni más funcionarios harán doblegar a Suiza o a Singapur. Solo cuenta realmente la relación de fuerza internacional. La buena noticia es que esta es profundamente desfavorable a los paraísos fiscales: ningún territorio puede oponerse a la voluntad común de Estados Unidos y de los países importantes de la Unión Europea. La batalla se puede ganar, a condición de que se lleve al nivel correcto y de que los gobiernos no teman aplicar sanciones proporcionales a las pérdidas sufridas. 
 
Los cálculos presentados en este libro demuestran que Francia, Alemania e Italia pueden obligar a Suiza a abandonar el secreto bancario, imponiendo de forma conjunta unos derechos arancelarios del 30% sobre los bienes que importan de la Confederación helvética, ya que los costes para esta última superarían entonces los ingresos que los bancos obtienen de la evasión. Para los microestados que, como Luxemburgo, viven de la opacidad financiera, habrá que ir más lejos, casi hasta unas medidas de embargo financiero (y quizá hasta la exclusión del Gran Ducado de la Unión Europea). Por mucho que los paraísos fiscales sean unos gigantes financieros, en conjunto son unos enanos económicos y políticos, Bahamas o Jersey mucho más aún que Suiza. Todos dependen masivamente de su comercio. Este es su punto débil; y por ahí hay que forzarles. 
 
Precisemos de entrada que no hay ninguna razón para que la Organización Mundial del Comercio se oponga a los aranceles aduaneros que propongo, muy al contrario. Por su construcción, estos corresponden a lo que el secreto bancario les cuesta a los países extranjeros. Pero el secreto bancario no es más que una forma disfrazada de subvención que ofrece a los bancos offshore la posibilidad de expoliar a los gobiernos vecinos. En la lógica del librecambio, nada justifica este robo. Según las propias normas de la OMC, los países afectados están en su derecho de imponer unas represalias iguales al perjuicio que padecen. Si no lo han hecho nunca, es porque hasta ahora no tenían ningún medio para calcular las pérdidas que les infligen los paraísos fiscales. Al calcular por vez primera de manera transparente el coste del secreto bancario, este trabajo abre pues la vía a sanciones legales contra los países que viven de la ocultación financiera. Los paraísos fiscales pueden ser vencidos, no cerrando las fronteras, sino restableciendo las cuestiones fiscales en el centro de las políticas comerciales. 
 
El plan de actuación tiene, por fin, una dimensión netamente económica. Incluso si el secreto bancario desapareciera totalmente, es mucho de temer que la injusticia fiscal perduraría, puesto que los más adinerados disponen de muchos otros medios legales e ilegales para pagar pocos impuestos, y las multinacionales manipulan sus ganancias para hacerlas aparecer allá donde no son gravadas. Los paraísos fiscales nos obligan por tanto a repensar la imposición del capital. La solución pasa por la creación de un impuesto global progresivo sobre las fortunas. 
 
Esta obra propone soluciones concretas para aproximarnos a ello. Si los gobiernos han abandonado la ambición de gravar la riqueza es porque temen que esta se oculte. Pero ese riesgo puede ser neutralizado. El catastro financiero mundial que este libro propone instaurar es un arma imparable contra la ocultación. El Fondo Monetario Internacional dispone de los medios técnicos para crearlo a corto plazo. Una vez instaurado, el catastro permitirá retener un impuesto sobre el capital que pondrá punto final a la evasión de los ultrarricos. Con la desaparición de la opacidad financiera, los Estados recobrarán la soberanía que los paraísos fiscales les han robado y, con ella, los medios para actuar contra el estallido de las desigualdades. 
 
La solución pasa después por una reforma radical del impuesto sobre las sociedades. Este está ya sin aliento, y los parches recientemente recomendados por la OCDE no cambiarán nada. El impuesto sobre las sociedades del siglo xxi debe gravar las ganancias globales de las multinacionales y no, como hasta ahora, sus ganancias país por país, ya que estas últimas son manipuladas por ejércitos de expertos contables. El nuevo impuesto reportaría a nivel mundial un 30% más que el anterior, esencialmente en beneficio de los grandes países de Europa y de Estados Unidos, donde los reyes de la optimización fiscal, los Google, Apple y Amazon, realizan la mayor parte de sus ventas pero no pagan nada o casi nada. 
 
Los tres aspectos del plan de actuación propuesto en esta obra forman un todo. Sin amenazas ni sanciones, el catastro financiero del mundo y el intercambio automático de información no van a funcionar. En ausencia de estos medios de control, los actores de la ocultación fiscal tienen todas las probabilidades de reducir a la nada la imposición del capital. Y cuando lo hayan conseguido, la voluntad política de luchar contra la opacidad financiera desaparecerá, ya que entonces los gobiernos ni siquiera verán ya el interés de valorar bien las fortunas y los beneficios de las sociedades.
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VEA TAMBIÈN
 

AMENAZA DEMOCRÁTICA 

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