EL AJUSTE DEMOCRÁTICO

EL AJUSTE DEMOCRÁTICO
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Opinión El Satélite/Octavio Quintero
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La más urgida reforma sobre equilibrio de poderes no está referenciada entre los poderes Ejecutivo, Legislativo y Judicial, sino entre los poderes que ostentan el Estado (que son los tres anteriores), y los poderes de la Sociedad Civil (que somos todos).
 
Equilibrio, como el término indica, y bien vale la pena repasarlo, es la fuerza políticamente llamada “pesos y contrapesos” que genera armonía entre cosas diversas, manteniéndolas en ecuanimidad, mesura y sensatez en los actos y juicios.
 
Decía Churchill que la democracia es el menos malo de los sistemas políticos, y seguramente se refería a lo más perfecto de la democracia; es decir, al equilibrio de poderes que debe existir entre el Estado y la Sociedad Civil. Una democracia imperfecta, como la que se registra en Colombia, tiende a ser, en el mismo sentido de Churchill, tan mala como las demás formas de gobierno conocidas y practicadas de tiempo en tiempo, como la plutocracia (preponderancia de los ricos en el gobierno del Estado), por ejemplo, que es lo que deviene actualmente en el mundo occidental, dominado por la neoliberalismo.
 
Es decir, y como primera conclusión,  ningún Estado que tenga como modelo económico el neoliberalismo, podría llamarse en propiedad “democrático”, pues, ya sin discusión, la praxis nos viene mostrando que desde 1980 en que irrumpió de la mano de Reagan-Thatcher,  lo que se ha afianzado en estos últimos 35 años, es el predominio de la clase más rica, connotación propia de los estados plutocráticos.
 
Volviendo al punto de partida (el equilibrio de poderes), ya alguien dijo que “sin equilibrio, la democracia sería devorada por el capitalismo”.
 
Y, entonces, ¿cuál sería la reforma política que le diera equilibrio a los poderes del Estado frente a la Sociedad Civil?, pues, todo aquello que empodere a los electores en tal forma que puedan elegir y revocar mandatos con la misma razón envuelta en el dicho que dice que todo nudo se desata en la misma forma en que se hace.
 
Es decir, y como segunda conclusión, si la esencia de la democracia es la mitad más uno, esa esencia se debe mantener tanto para elegir como para revocar los mandatos originados en el voto popular.
 
Sacando un par de conclusiones, ¿piénsese no más en el día en que la Sociedad Civil pueda revocar los mandatos de cargos ejecutivos de elección popular por la mitad más uno de los votos con que resultó elegido el gobernante; o revocar el mandato dado a algún miembro de corporación pública por la mitad más uno de los votos con que alcanzó la curul? ¡Ah, bueno, eso sería a otro precio…
 
¿Y, si el Estado controla a la Sociedad Civil a través de las leyes, cuál sería el control de la Sociedad Civil sobre el Estado? Indudablemente el control político que  se ejerce a través de las corporaciones de elección popular, en primer lugar, y a través de los organismos llamados de control administrativo  como la Procuraduría y la Contraloría cuyos cargos debieran ser también de elección popular.
 
Y una tercera conclusión (de tipo ético) en el equilibrio de poderes del que venimos hablando, sería alguna ley que separara del cargo a todo funcionario público, excepto los de elección popular, incurso en investigación debidamente sustentada y procesada…
 
Porque eso que venimos viendo, de un montón de burócratas atornillados a los puestos, interfiriendo las investigaciones en su contra, aferrados a un “debido proceso” que se ha convertido en amparo de ladrones, es una aberración más de esa democracia impura que nos gobierna, devenida en plutocracia, devorada por el capitalismo.