DISTRACCIONES ELECTORALES

DISTRACCIONES ELECTORALES
NO NECESITAMOS VOTOS ‘ANTI’ SINO ‘PRO’
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Editorial: Octavio Quintero

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Es increíble el ‘teflón’ que ha logrado construir alrededor de su imagen pública el expresidente César Gaviria (1990-1994), padre intelectual del advenimiento del neoliberalismo en Colombia: nadie –o muy pocos críticos— lo responsabilizan de lo que  está pasando en el país en todos los sectores de la economía.
 
En su momento dije por ahí en una de tantas columnas que he dedicado a combatir el neoliberalismo que ese modelo iba a convertir a Colombia en un “cementerio de empresas”: bueno, si alguien disiente de ello, que mire las muchas empresas públicas y privadas que han desparecido o que han sido adquiridas por capitales extranjeros a precios de gallina vieja.
 
En los últimos cinco años (2012-2017) se han liquidado 520 empresas, de las cuales  130 eran del sector de servicios, 110 del sector comercio, 114 del sector manufacturero, 37 de construcción, 35 de agropecuario,  11 minero e hidrocarburos, 26 del transporte y 57 sin información, según cifras del representante a la Cámara, Carlos Eduardo Guerra, del Movimiento Mira.
 
Tal vez, los escandalosos gobiernos que sucedieron a Gaviria le hayan servido como distractores de su nefasto gobierno. ¿A qué horas podrían mirar atrás sin desatender la avalancha de escándalos generados en los siguientes gobiernos de Samper, Pastrana, Uribe y Santos? Imposible. Pero una cosa es que no haya quedado tiempo de mirar atrás y otra es que se pretenda tapar el rastro con falacias absurdas como, por ejemplo, señalar a un senador ponente de un proyecto (cualquier proyecto de ley) de ser el único responsable de su contenido.
 
Empezando porque la arquitectura legislativa en todo el mundo democrático es de tipo colectivo: la mitad + 1; y si a esta consideración se agrega que particularmente en Colombia hay materias que no son de iniciativa parlamentaria sino del gobierno, como los impuestos o que implican gasto público, pues, se cae de su peso que pueda, un analista honesto, responsabilizar a un solo senador o representante del contenido y alcance de un proyecto, una vez convertido en ley, como es el caso de la ley 100 de 1993 (gobierno de Gaviria), más conocida como ‘Sistema de seguridad social’, que empieza con el diseño de un sistema general de pensiones y termina con un sistema general de seguridad social en salud, ambos sistemas, todo un desastre social al cabo de los años.
 
A estas alturas ya muchos lectores intuyan que nos referimos a los analistas, editorialistas y comentaristas de prensa, radio y televisión, todos a una, que se ocupan del tema salud, y señalan como único responsable de la debacle al expresidente Uribe, en su momento (1993), senador por el Partido Liberal y a quien el Senado, seguramente a pedido del presidente Gaviria, le encomendó la ponencia de la famosa Ley 100, inspirada por el entonces ministro de Salud, Juan Luís Londoño (q.e.p.d). Y no es que hayamos asumido la defensa histórica del expresidente Uribe: creo que ya no le cabe un defensor o detractor más. Es que resulta imperioso hacer estas precisiones, al menos para satisfacción propia.
 
Y si es que queremos los forjadores de opinión pública crear una masa crítica en torno a una imperiosa reforma de esa ley 100, no podemos seguir buscando responsables con fines electoreros, porque no se trata de conseguir más votos a costa de Uribe, sino de llevar al Gobierno y al Congreso a unos dirigentes dispuestos a cambiar las cosas.
 
El asunto es supremamente fácil: si usted, señora o señor; jóvenes y ancianos todos, creen que la ley 100 no sirve y hay que hacer otra, entonces miren a ver qué candidatos al Congreso o la Presidencia están hablando de eso en sintonía con su sentimiento, y voten por ellos… Así de simple.
 
Y les anticipo que no esperen que los candidatos uribistas o santistas sean los adalides del cambio: llevan 16 años en el gobierno (2002 -2018), y lo que han hecho es acentuar las injusticias sociales en materia de salud y de pensiones, entre otras…
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Fin de folio.- la justicia especial para la paz paradójicamente se va convirtiendo en un escenario de guerra dialéctica que explica los nuevos frentes de violencia que copan los espacios dejados por las Farc-Ep.