¡PIENSE, Y NO COMA CUENTO!

¡PIENSE, Y NO COMA CUENTO!
 
La suerte del país está en sus manos
--
Referencia: Pedagogía político-electoral
(19/09/17)
--

Por: Octavio Quintero

Director RED-GES
--
 
He visto en la REED-GES que frecuentan mis colegas internautas, una simpática y amigable discusión en torno a la situación política actual del país que, comparada con Venezuela, se parece –dicen--, a la Venezuela de Lusinche, Rafael Caldera y Carlos Andrés Pérez que propició el arribo de Chávez al poder con su pregonado ‘Socialismo del Siglo XXI’.
 
Convienen los internautas en que, al igual que la población venezolana en 1998, también la colombiana está ‘mamada’ de su clase política y dirigente y que, por tanto, se corre el riesgo de caer en el ‘Castro-Chavismo’ o simplemente ‘comunismo’ que afirman muchos, inclusive personas que se supone políticamente instruidas como el expresidente Uribe, aunque todos sabemos que él lo hace para hacer ‘emberracar’ a la gente y que, no solamente voten contra Santos en las próximas elecciones, sino contra esa alianza de los Fajardo-López-Robledo o Petro que pregonan la lucha contra la corrupción y, sobre todo, de los mismos con las mismas.
 
Puede que la gran mayoría de la población no sepa diferenciar teóricamente entre neoliberalismo y socialismo pero,  en la práctica, esa misma gran mayoría, si le dieran una sencilla explicación de qué es neoliberalismo y qué es socialismo y, más importante, si le otorgaran libertad de elegir entre uno y otro, seguramente se quedaría con el socialismo.
 
Escuetamente el término ‘neoliberalismo’ se puede definir como una teoría político-económica que favorece la privatización en todos los ámbitos de la vida nacional, inclusive en el campo de los servicios públicos,  bajo la premisa de que el sector privado es más eficiente.
 
En la misma forma se podría definir el término ‘socialismo’ como una teoría político-económica basada en la distribución equitativa de la riqueza y los ingresos, y en la intervención del Estado, muy especialmente en la prestación de servicios públicos esenciales que –todos-- forman parte de derechos fundamentales de la sociedad y, por tanto, tienen que ser considerados como una política pública sin ánimo de lucro, lo que no quiere decir ‘con ánimo de pérdida’.
 
Si se observa bien, en el neoliberalismo impera la eficiencia y en el socialismo la equidad, y por eso se resaltan y subrayan arriba los dos términos: (1). Eficiencia es la capacidad para realizar o cumplir adecuadamente una función; y (2). Equidad es el reconocimiento del derecho de cada persona, utilizando la equivalencia para ser iguales…
 
Y esta diferencia que a simple vista parece inocente, marca todo el accionar de un gobierno de tendencia neoliberal o de tendencia socialista.
 
En Colombia, un ejemplo clásico de la abismal diferencia que existe entre eficiencia y equidad lo refleja la política tributaria, definida desde la constitución (art. 363) como un sistema que “se funda en los principios de equidad, eficiencia y progresividad…”. Pues, no resulta nada equitativo basar la mayor tributación del país en los impuestos indirectos (IVA) que en los directos (patrimonio, rentas e ingresos).
 
Como se puede apreciar fácilmente, neoliberalismo y socialismo se rechazan en tanto que el primero potencie la eficiencia y el segundo la equidad y, por ende, se rechazan también las corrientes políticas que ideológicamente profesan uno y otro sistema. A los partidarios del neoliberalismo se les considera de derecha; y, viceversa, a los partidarios del socialismo se les considera de izquierda.
 
En sociedades de cultura política, los derechistas son los defensores del statu quo y los izquierdistas del cambio, diferencias que se dirimen en las urnas a ver quién encabeza el gobierno y quién queda en la oposición; y esto último es el súmmum de la democracia.
 
En sociedades de incultura política, como Colombia --muy a pesar nuestro--, a los defensores del statu quo se les asocia con el paramilitarismo; y a los defensores del cambio, con la guerrilla, que de una y otra plaga social e ilegal, hay bastante.
 
Puede ser este INRI causa y efecto de la persistente abstención electoral que reina en la política nacional, arriba del 50%, y en casos como en el pasado plebiscito por la paz (02/10/16), que es el ejemplo nacional más reciente, la abstención alcanzó el 62%, todo un escándalo en términos democráticos.
 
Como en medio de todo extremo hay un punto equidistante que llama centro, políticamente hablando, un centrista sería aquel que sin ser neoliberal o socialista admita que en la conducción del Estado se necesita tanto mercado como sea posible y tanto Estado como sea necesario.
 
Y la búsqueda de ese alguien --‘ni tan tan ni muy muy’--, como dicen, no hay que hacerla con base en lo que ya andan diciendo los principales candidatos presidenciales y congresistas, de cara a las elecciones del año entrante, sino en lo que han hecho estos candidatos en sus vidas públicas, que todos la han tenido como ministros, gerentes, senadores, representantes, gobernadores y alcaldes: “Por sus hechos los conoceréis”, dice la Biblia.
 
Esta diferenciación va a ser muy importante, tanto más, si se trata de escapar de un régimen neoliberal que no solo atropella la equidad, sino que tampoco es eficiente, en gracia a la desbordada corrupción que campea en todos los órganos del poder público: ejecutivo, legislativo y judicial. Y si se trata, además, de aprender a distinguir la diferencia entre populismo y demagogia (o posverdad), ésta última propia de un gobierno como el de Santos que termina ocho años de mandato con un cúmulo de promesas incumplidas, hechas solo para lograr su elección y reelección y de sobremesa, un premio Nobel.
--
 
Fin de folio.- abriguemos la esperanza de que a partir del 2018 empecemos a hacer retroceder ese neoliberalismo que entró a Colombia a partir del gobierno de César Gaviria (1990-1994), el mismo que hoy es tachado de haber convertido al “glorioso Partido Liberal”, en una camarilla.