VAMOS SUBIENDO LA CUESTA...

03.09.2016 08:57

Octavio Quintero

 

(Grupo Editorial El Satélite)

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Se avizora en el horizonte inmediato, a partir de la refrendación de los acuerdos de La Habana entre Gobierno-Farc, un debate económico de pesos pesados en torno a los cuantiosos recursos que deberá destinar el Estado a financiar lo que en términos generales se llama posconflicto.
 
En medio del jolgorio generado por los acuerdos de La Habana, no parece que el ministro Cárdenas pueda estar disfrutando mucho. Él sabe que no hay almuerzo gratis, y que cualquier cosa que valga el posconflicto va a resultar caro en presencia de la penuria económica que se vive. Su afán, de momento, tampoco parece estar en sintonía con la paz. Su rigor hacendista liberal le compromete, ante todo, con eso que llaman “grado de inversión”, un indicador inventado por unas calificadoras de riesgo como Moody’s, Standard and Poor’s y Fitch que le dice a los grandes inversionistas dónde especular con mayor confianza. Ese es el afán también de la anunciada reforma tributaria  con el fin de reemplazar los ingresos perdidos por la disminución de la renta petrolera y la extinción del GMF (Gravamen a los Movimientos Financieros) y el CREE (Impuestos sobre la Renta para la Equidad), a partir de 2017.
 
La encrucijada del ministro es una disyuntiva económica indeseable, en cualquiera de sus dos vertientes: si decide incrementar el IVA y la renta a cargo de las personas, como recomiendan los expertos tributarios, se corre el riesgo de desacelerar la demanda interna, provocando una mayor desaceleración económica; y si se decide por el lado de aumentar la tributación de las empresas, que sería lo justo y equitativo, desestimularía la inversión privada poniendo en entredicho el crecimiento de la economía en el mediano plazo, como ya se lo advirtieron los gremios de la producción.
 
Supongamos que el ministro toma esa “platica” de la nueva reforma tributaria para cuadrar sus indicadores macroeconómicos, políticos e institucionales (que sería de su gusto), para mantener el grado de inversión. Entonces, ¿de dónde echamos mano para financiar el posconflicto? Y, si lo contrario, se destina esa “platica” a financiar el posconflicto ¿a qué niveles de desconfianza inversionista nos bajarían las calificadoras de riesgo?
 
Bueno, los que saben de estas cuentas, saben también que tenemos que mandarnos la mano al bolsillo para financiar la paz. El asunto es… ¿En qué bolsillo esculcamos? Porque si metemos la mano al desfondado bolsillo de la clase media y de las pequeñas y medianas empresas, no vamos a encontrarnos más que con nuevas y fortalecidas protestas sociales, espíritu de ánimo bien reñido con la paz que perseguimos y queremos.
 
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Fin de folio.- Entrando en la onda de las encuestas y sondeos del momento, ahí va la nuestra: ¿Aprueba usted el incremento de impuestos para financiar el posconflicto con el fin de construir una paz estable y duradera?

 

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