Todos fuimos niños

16.08.2011 06:58

 

Ya comenzaron a aparecer las denuncias sobre persecución laboral a las mujeres en edad fértil, a raíz de la última ley que les amplia a las madres su licencia de 12 a 14 semanas.

El columnista del diario El Mundo de Medellín, Rubén Darío Barrientos, dice que en algunas empresas antioqueñas se tiene la idea de que (…) “vincular a una mujer significa tener que enganchar también a una supernumeraria”. Y otro ejecutivo agregó que (…) “La licencia de maternidad implica un gasto extra a la hora de reemplazar a la empleada que deja su cargo para atender sus nuevas obligaciones de mamá”.

Según denuncia el columnista, una firma consultora de recursos humanos aseveró hace poco que “una licencia más larga termina siendo un arma de doble filo, porque cada vez son menos las empresas que desean contratar mujeres que puedan embarazarse en el corto y mediano plazo”.

La tapa de esta persecución laboral a las mujeres jóvenes parece ser el maltrato e irrespeto a sus derechos íntimos y humanos, pues –dice el columnista- hay empresas que han llegado a pedirle a las jóvenes, constancia de que se han practicado ligadura de trompas y hasta prueba de que el marido se ha hecho la vasectomía”.

Nadie discutiría que los empresarios están en su derecho de sopesar a la luz de su inmaculado costo/beneficio lo que resulta mejor para la compañía. Pero de allí a atropellar a la mujer y estigmatizar su condición de madre, no se aviene con nada, tanto más si, como resulta incuestionable, nuestra propia madre en algún instante también estuvo embarazada de nosotros.

El mismo columnista de El Mundo que tan oportunamente denuncia estos inadmisibles e inaceptables atropellos, incurre en el error de politizar el tema, al atribuirle al senador Juan Lozano (padre de la ley de madres), un cierto aire de populismo en su inspiración, antes que de legislador preocupado porque las mamás tengan el mayor tiempo posible para dedicarle al recién nacido, antes de tener que desprenderse de él al poco tiempo para poder seguir ayudando al sostén del hogar.

Ni más faltaba que ahora se tenga que pedir permiso a los empresarios para auscultarles previamente qué puede gustarles o no en su afán de lucro. Si esto mismo se hiciera con los sindicatos, probablemente ni este mismo columnista encontraría acertada y prudente la decisión.

Estos temas deben debatirse “emoción aparte”, y pensar que si el mundo civilizado ha avanzado en la protección de las madres lactantes, no es por nada más que por la misma protección de las futuras generaciones en donde, como en el Seno de Abraham, tendremos que caber ricos y pobres.

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