SIN REMEDIO...

04.09.2017 03:00
Memorias mías:
La garrapata en el oído
Por: Octavio Quintero
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El Nobel de Medicina 1993, Richard J. Roberts, hoy de 78 años, dice que “el fármaco que cure del todo no es rentable”. Y cuando se le pidió en su momento que aclarara el alcance de su declaración, agregó algo que tomado fuera de contexto, es esto:
 
- Critico que la industria farmacéutica diga que quiere curar enfermedades, cuando no lo hace porque no es negocio. Durante años se han intentado parar investigaciones que desmienten ciertas cosas (fuente: El País, España).
 
El mejor ejemplo es la bacteria denominada ‘Helicobacter pylori’ (H. pylori). Los investigadores Barry J. Marshall y John Robin Warren, comprobaron hacia 1983, que esa bacteria era la causante de infecciones estomacales conocidas como úlceras pépticas y cáncer de estómago. Pues bien, la industria intentó eliminar la investigación.  Sin embargo, su persistencia resultó tan fructífera que años más tarde, en octubre de 2005, también fueron galardonados con el Nobel de Medicina.
 
La conclusión es que, agrega Roberts, de haber medicamentos que acabasen con las células cancerígenas por inmunoterapia, serían muy difíciles de comercializar: si un medicamento, tomándolo dos o tres veces, detuviera el cáncer del todo, ¿dónde estaría el negocio? A la industria le interesa más controlar el avance paulatino del cáncer que eliminarlo por completo (Fuente: ibídem).
 
Memorias mías
 
Nunca creí que el viejo cuento de “la garrapata en el oído” que contaba mi papá, por allá a mediados del siglo pasado, pudiera asociarlo al día de hoy con la realidad que se desprende de la observación hecha por un científico de la talla de este Richard J. Roberts.
 
Se trataba del viejo médico del pueblo (Yarumal, Antioquia) que tenía un paciente que de tiempo en tiempo le llegaba con un fuerte dolor de oído. El doctor le echaba unas gotas y “santo remedio”.
 
Al viejo médico ya le ayudaba su hijo, pichón de médico también. En cierta ocasión que su padre no estaba, le tocó atender al paciente, y al revisarle el oído le descubrió una garrapata. La sacó y le echó gotas, y ese sí fue el santo remedio porque el paciente nunca  volvió al consultorio. Al echarlo de menos el padre le preguntó al hijo si sabía de él. Y claro, el pichón le contó muy orgulloso lo de la garrapata en el oído y el tratamiento que le había practicado a lo que el padre le recriminó “por bruto”, pues, había curado uno de los mejores y más asiduos pacientes del consultorio.
 
Pues, aunque pataleen y pongan el grito en el cielo; amenacen con demandar por calumnia y paguen cualquier cantidad de plata a los medios de comunicación, tan ávidos de publicidad más que de ética periodística, la industria farmacéutica, por la simple cuestión del beneficio económico,  prefiere invertir en medicamentos que debamos tomar el resto de nuestras vidas, que en la curación de enfermedades. Y en la misma dirección apoya con sus multimillonarios recursos a los investigadores científicos que desarrollen paliativos; y así mismo, premia a los médicos que los recetan a sus pacientes.
 
Negar esto es negar una evidencia lógica. Negar que la industria farmacéutica es un negocio, como otro cualquiera fuera, si de por medio no estuvieran unos consumidores que no se pueden llamar clientes sino pacientes; que en ellos no se juega un capricho o gusto por determinado artículo o producto, sino la vida.
 
En derecho humanitario, esto del cliente y del paciente, sigue siendo una categorización válida. Pero como el neoliberalismo se apoderó de los sistemas de salud en el mundo, prima el concepto mercantilista que hace desaparecer al paciente y potenciar al cliente con un ítem: es en el sector de la salud, único caso en donde el cliente nunca tiene la razón por una sencilla razón: la satisfacción del “cliente” llevaría a la ruina al productor de medicamentos porque, parafraseando a Ford: ¿A quién le vendo mis remedios si no hay enfermos?
 
¿Cuál sería la solución?: fácil, en teoría: hay que cambiar la ecuación con el fin de que la rentabilidad de la industria farmacéutica no derive de la cantidad de enfermos que haya en el mundo, sino de la cantidad de aliviados… Entonces, toda la investigación se dirigiría a encontrar “la garrapata en el oído”.
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Fin de folio.- Si estamos de acuerdo con el planteo anterior, ya podemos entender por qué los gobiernos neoliberales sostienen un modelo mercantilista de salud que rechaza todo el mundo.

 

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