Revisión ética

09.04.2011 09:16

Por algunos días se mantuvo en el primer plano de la opinión pública colombiana la frase del entonces candidato presidencial, Juan Manuel Santos, cuando, en defensa de su predominante actitud pragmática, que finalmente le iba a instalar pocos días después en el solio presidencial, dijo: “sólo los idiotas no cambian”.

Pues, bien, pareciera que los tiempos de hoy están llamando a revisar la moral y la ética en torno a esa máxima cristiana que predica “el fin no justifica los medios”, opuesta a la maquiavélica  prédica contraria: “El fin (superior) justifica los medios”.

Los tratados gerenciales nos hablan todos de que el éxito de las empresas radica en cambiar constantemente y, como prueba de la bondad del cambio, dicen que los únicos animales que no sobrevivieron al gran colapso de hace millones de años, fueron los dinosaurios que no fueron capaces de adaptarse a los nuevos tiempos. De ahí el apodo peyorativo de “dinosaurio” y “jurásico” para todo aquel que se aferra a principios éticos y morales; políticos o ideológicos superados por nuevas costumbres y exigencias de los tiempos actuales.

No sin taparnos la nariz con discreción, como cuando pasamos por el cementerio, pensamos que en ese contexto de los nuevos tiempos, lo importante ya no es juzgar a las personas por los atajos que echan para entrar, sino por los caminos que utilizan para salir.

Viéndolo bien, el pragmatismo es lo que ha gobernado al mundo en todo tiempo. Inclusive, desde niños, los padres enseñan a sus hijos a defenderse en la vida diciéndoles… “A la tierra que fueres haz lo que vieres”. Y es cierto: nada resultaría todavía más censurable como una persona empelota en medio de la calle; tanto como sería una persona elegantemente vestida en un campo de nudistas…

Todo esto nos llevaría a preguntarnos cómo luchar contra el cáncer de la corrupción universal (visto desde la praxis jurásica), si lo primero que hace la dirigencia corrupta que gobierna hoy al mundo es blindar el paso a los honrados. Es decir, el honrado está hoy proscrito de la dirigencia pública o privada como antes lo estuvo en ese mismo entorno el ladrón.

Nadie lo dice mejor que Cambalache, el inmortal tango de Santos Discépolo que, en lo único que parece despistarse  es cuando dice que “allá en el horno nos vamo’a encontrar”. Ya ni eso, a juzgar por lo que nos dice el gran astrofísico, Stephen Hawking, de cuyo último libro “The Great Design” (Magnífico Diseño) se deduce que no hay infierno simplemente porque tampoco hay cielo.

En síntesis: las cosas se deshacen como se hacen. Si los ladrones se fueron infiltrando en todo disfrazados de honrados, ahora a los honrados les toca infiltrarse en todo disfrazados de ladrones, pasando agachados por tanta podredumbre, ojalá como el rayo de sol por el cristal: “sin romperse ni mancharse”.

Un claro ejemplo es el del alcalde de Cali, Jorge Iván Ospina,  llegado al cargo de la mano del PIN (Partido de Integración Nacional), refugio de la parapolítica, y quien, en reciente entrevista en un noticiero de TV, puso en frente de ese movimiento una gran cruz al estilo de los cazavampiros en la era draculiana. Necesitamos muchos más Ospinas que nos permitan retrotraer la corrupción "a sus justas proporciones", una pragmática expresión del ex presidente Turbay Ayala que fue el hazmerreir por mucho tiempo y que hoy, añoramos los honrados estar siquiera como éramos en su tiempo.

  

—————

Volver