OTRO 1º DE MAYO… ¿Y?

29.04.2017 09:32

¿Por quién doblan las campanas?

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GES (Grupo Editorial El Satélite)

  Director: Octavio Quintero

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Referencia: Día Internacional del Trabajo
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En pocos días las autoridades dieron con el youtuber que amenazó por internet recientemente al presidente Santos… En pocos días también, las autoridades dieron con el paradero del joven que amenazó en el 2009 en Facebook a un hijo del entonces presidente Uribe.
 
En ambos casos, como en otros puntualmente parecidos, y en todos los que se proponen por razones especiales, las autoridades son excepcionalmente efectivas.
 
Estos casos especiales los recuerda la gente porque reciben de ordinario enorme difusión. Pero en la inmensa mayoría de casos las autoridades son torpes y los medios mezquinos.
 
En vísperas del 1º de Mayo, en el caso de los dirigentes sindicales asesinados en los últimos años, el asunto más importante no es sumar sus nombres para presentarlos como caídos en la batalla por la reivindicación de los derechos laborales que, seguramente, volverán a recordar las masas que marcharán por las principales ciudades del país en la conmemoración del Día Internacional del Trabajo.
 
El reclamo principal ya no es, paradójicamente, por la reivindicación de los derechos laborales, sino, de porqué  las muertes de estos mártires sindicales no se esclarecen con la misma prontitud con que se esclarecen los casos especiales referidos atrás…
 
¿Por qué con la misma prontitud no capturan a los responsables de amenazas de muerte como las que sufren los directivos de Anthoc (Asociación Nacional de Trabajadores de Hospitales y Clínicas) desde hace tiempo, según la nota que en su momento (hace un año) exhibió en público el presidente de esa organización en Barranquilla, Heriberto Tovar?
Comprenderán los lectores que esta cita es un caso puntual y, afortunadamente, Tovar sigue vivo. Pero las macabras estadísticas dicen que 3.000 dirigentes sindicales en Colombia han sido asesinados entre 1997 y lo que va corrido de este 2017.
 
Las noticias que nos marcan en el exterior, no son solo los chismes políticos que pudieron haberle dicho al presidente Trump los expresidentes Uribe y Pastrana en el pasillo de Mar – a –Lago, que tan preocupado tiene al gobierno, sino los titulares que medios tan respetables internacionalmente como la BBC despliega en su portal hoy: “Colombia: el país más peligroso para ser sindicalista”…
 
Y comprenderán también que esta macabra noticia igualmente es solo un caso puntual, porque Colombia también es uno de los países más peligrosos para ejercer el periodismo: también matan periodistas y extinguen todo un movimiento político; y matan maestros y curas y a todo el que se le atraviese al régimen imperante cuyo fin es mantener en la injusticia social a todo el mundo.
 
Debe ser por alguna razón poderosa y diabólica que las autoridades son muy eficientes en algunos casos puntuales y muy lerdas en la mayoría.
 
Uno entiende que los presidentes de la república son personajes más importantes que el común de los colombianos. Pero, dentro de los derechos humanos, no caben discriminaciones de ninguna índole: velar por la vida de los ciudadanos es una universalidad proclamada en la constitución para todos. Cuando se amenaza de muerte al Presidente de la República, o a mi o usted, que no somos más que simples ciudadanos, las autoridades están en la obligación de protegernos por igual, tanto la vida del Presidente como la mía o la suya.
 
Cuando se constriñe un derecho fundamental, se constriñe la democracia. Si la vida de todos no vale humanitariamente por igual; si la vida se tasa por la importancia de la estirpe, de la raza, o de la actividad que se ejerza en la vida pública o privada, entonces, para la inmensa mayoría de nosotros los colombianos, la vida no vale nada.
 
Y como no valemos nada, a eso se debe la abstención electoral; a eso se debe la insolidaridad social; a eso se debe el grito angustiado de un país en naufragio: ¡Sálvese quien pueda!
 
Y, sobre todo, a eso se deberá el fracaso del proceso de paz que se está implementando entre los actores de la guerra (Gobierno versus Farc-Ep), lejos de la sociedad civil, inclusive lejos de las víctimas de esos actores; víctimas que no son solo los caídos sino los que superviven en medio de un sistema sin justicia social, sea lo que sea que este socorrido término signifique en el campo laboral, por ejemplo, que se apresta este próximo 1º de Mayo a volver a reclamarla como fundamento esencial para poder vivir en paz.
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Fin de folio.- La justicia social es igualdad de oportunidades y de derechos humanos. Está basada en la equidad y es imprescindible para que los individuos puedan desarrollar su máximo potencial y para que se pueda instaurar una paz estable duradera: Google

 

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