Nada qué celebrar

17.08.2011 06:47

 

En momentos en que nos aproximamos al Año Internacional del Cooperativismo declarado en 2009 por las Naciones Unidas para el 2012, las cooperativas en Colombia, como modelo de desarrollo económico y social, siguen invisibles (salvo contadas excepciones) y, en el caso particular de las cooperativas de trabajo asociado, las CTA, han sido condenadas al exterminio por un decreto del gobierno nacional.

Con las CTA se hizo lo que se hace con los marranos en la cocina: “¡oche con todos!”, dicen los campesinos.

Quizás, a las CTA les faltó un doliente que encontrara algunas buenas que salvaran la figura del exterminio. Porque resulta inconcebible que todas (¡todas!) fueran malas. Y si ello fue así, entonces podríamos estar frente a un Record Guinnes “legal” (entre comillas), que permitió la creación jurídico-empresarial de unas entidades que resultaron todas “ilegales” (también entre comillas).

Es decir, y para redondear el galimatías, en Colombia, una norma legal permitió la creación de un Frankestein empresarial compuesto en su forma por pedazos de normas de la  economía solidaria, y en su fondo, con pedazos de normas de la economía capitalista. “Tíreme ese trompo en l’uña!, como también dicen por ahí…

El caso de las CTA ha sido más criticado en su parte legal, que analizado en su aspecto social. E, inclusive, no ha sido visto con los ojos de la modernidad empresarial que, nos guste o no, es universal en su movilidad laboral, pues, también la economía de mercado es undívaga, dado que está jalonada por ese “hombre” que Montaigne define como “cosa vana, variable y ondeante”.

En noviembre del año pasado, cuando el vicepresidente Angelino Garzón anatematizó las CTA acusándolas de ser “las principales violadoras de los derechos laborales en el país”, se reveló que alrededor de esas entidades se movía una masa laboral de 2,5 millones de trabajadores.

Casi un año después, ¿alguien puede decir qué pasa con esos trabajadores que, entre otras cosas, son gente (de pata al suelo) de no más de uno a dos salarios mínimos?

El asunto, como epílogo, era que las CTA tenían que transformarse. Y se inició su éxodo hacia las SAS (Sociedades Anónimas Simples). Pero ahora, autorizados analistas consideran que también esta figura jurídica, como aglutinadora de mano de obra para ofrecer sus servicios a las empresas en condiciones flexibles, que es la moda, también puede ser ilegal.

Mejor dicho, para continuar con la entelequia, la migración de las CTA a SAS puede resultar como algo así que también llaman los campesinos… “la misma perra con otra guasca”.

¿Y mientras tanto qué? ¿De la gente qué?

No puede ser que nos embelesemos en ver qué nombre le ponemos a la criatura y de qué forma la vestimos, mientras ésta se ahoga con el cordón umbilical.

Que no  nos coja la celebración del Año Internacional del Cooperativismo en Colombia con los pantalones abajo, porque lo que es en este momento y en este caso específico, nada tenemos que celebrar sino lamentar.

 

 

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