MACABRA PUBLICIDAD

26.05.2015 07:50

Opinión El Satélite

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En el gobierno de la Bogotá Humana no cabe esa propaganda macabra de Transmilenio utilizando un ataúd dizque para disuadir a la gente que se cuela al sistema integral de transporte urbano.
Los que no padecen de hambre dan en creer que el que pide limosna es por perezoso… Los que tienen carro particular, pagan taxi, viajan en colectivos o, al menos no tienen que dejar de desayunar para pagar el Transmilenio, consideran que todos los que se cuelan al sistema son unos bandidos que arriesgan hasta la vida por robarse un pasaje.
¿Saben el porcentaje de trabajadores bogotanos que no ganan más de un salario mínimo y, en todo caso, menos de dos? Si estos trabajadores destinan solo dos pasajes, ida y vuelta al día, durante 20 días, son 56.000 pesos, algo así como el 10 por ciento de lo que se gana mensualmente. Un pasaje que se ahorre, es  un pan con café más que se puede comer ese día… Bien vale la pena arriesgar la vida con tal de no morirse de hambre.
Pero hay más: mire desprevenidamente cualquiera las estaciones del Transmilenio y verá que las puertas de acceso a los articulados se mantienen abiertas. Al principio no era así. ¿Por qué hoy sí? ¿Por qué no les hacen mantenimiento? Ah, porque la primera filosofía del capitalismo es alcanzar la máxima utilidad con la menor inversión.
Y más aún: al principio, cuando hasta el mismo Peñalosa viajaba en Transmilenio promocionando las bondades de su “invento”, no había que hacer esas interminables y tumultuosas colas para acceder a los articulados; hoy, si las estaciones no están atestadas de pasajeros, el Transmilenio no pasa y se tiene por política disminuir la frecuencia de buses en ciertas rutas cuando no están en pico. O sea que la gente ni siquiera tiene la alternativa de esperar a que pase la congestión porque, al mermar el servicio, la congestión es a toda hora.
Esto no se arregla con publicidad tan agresiva, descarada e inhumana como la de asistir al supuesto velorio de alguien que perdió la vida por no tener el pasaje, o por ahorrárselo para comer; o por no someterse a la tortura de las colas programas en el sistema para que sea más rentable.
Mejor dicho, si en alguna parte se está buscando el ahogado rio arriba, es en el tormentoso transporte público en Bogotá al creer que la culpa principal es del usuario y no de la empresa privada que presta el servicio y del gobierno que se lo tolera, incluyendo esa malhadada, ofensiva e hiriente propaganda inhumana.

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